viernes, 5 de marzo de 2010

De sotanas y bailes eróticos en el cine.


Hoy ví nuevamente una de esas películas que tanto me fascina e intriga . . . sí, otra vez The Silence of the Lambs. No sé si tendría unos 8 años de edad cuando la ví por vez primera y, lejos de asustarme o alarmarme, me gustó; sin embargo, aclaro, no fue tanto por las escenas de sangre y los policías muertos (uno de ellos eviscerado y sorprendentemente colgado de la celda del Dr. Lecter) como por la forma tan erótica y sensual en la que el asesino "Buffalo Bill" interpreta una especie de baile personal al ritmo de la canción Goodbye Horses (de Q - Lazzarus) cuando se prueba su traje inconcluso elaborado con piel de mujer.


Escena de la película The Silence of the Lambs en donde
se muestra el tan afamado baile de Buffalo Bill.

Personalmente no soy fan de los piercings y toda esa clase de perforaciones, pero la argolla en el pezón es . . . muy excitante visualmente (y eso que el actor no era muy agraciado físicamente). Qué decir de la bata multicolor sobrepuesta sobre su cuerpo desnudo y su constante repetir "hazme el amor" (would you fuck me? en la versión original) . . . uy, si la persona a la que amamos nos dijera eso al oído seguro tarda más en pronunciar las palabras que en lo que uno ya está dispuesto a entrar en acción ¿o no? ja, ja, ja.

Amor, tú sólo dime lo que deseas . . . grrrrrr.

Como sea, esta vez no voy a contarles la película, ni siquiera intentaré analizar las perturbaciones psicológicas de todos y cada uno de los personajes pues no me viene en gana. Hoy sólo quiero comentarles de una de las prendas que me gustan y hacen vibrar mi piel de gato: las sotanas.

A ver . . . ¿qué hay debajo de esta ropita?.

Alguna vez alguien me dijo que no hay cosa más erótica que la ropa . . . y es muy cierto; cuando se lleva puesta, la curiosidad por saber qué se oculta debajo es asombrosa. Ignoro desde cuándo este gusto germinó en mi interior, o cómo fue que el ver a una persona bella y joven ataviada con esta prenda se volviera objeto del deseo; vaya pues, como no soy católica no tengo problemas con decir esto. Quizá el encanto radica en que se trata de un  casi sinónimo de "lo prohibido", de un ser que no ha sido "tocado" . . . bueno, esto sólo en la imaginación porque la realidad que se muestra en el mundo es otra ^_^U pues al fin y al cabo son hombre y tienen sentimientos (los hay gays, los que tienen esposa, los terribles pederastas que no tienen excusa, perdón ni justificación . . . en fin, los de estas clases no son acreedores a mis delirios felinos ja, ja, ja).

Aunque no lo crean, ellos también sienten; a final
de cuentas no son más que simples hombres.

En lo profundo de mis fantasías se trata de seducir al hombre "inocente" que sólo sabe de escritos y toda clase de cosas ocultas, no obstante su piel núbil no ha probado las delicias más simples y profanas ni las básicas humanas. Es jugar a la seductora y al seducido, a explorar una piel ignota que al más delicado roce de los dedos se convertirá en fuego, el varón dormido despierta a un mundo en donde sus instintos lo hacen todo un conocedor.

Los instintos nos abren camino cuando somos inexpertos.

 ¿Qué tal si mientras el supuesto sacerdote (o seminarista) nos mira con desconcierto comenzamos a hurgar bajo sus prendas sólo para descubrir que reacciona igual que cualquier varón? . . . el imaginar a un ser "nuevo" que conducimos lentamente o a todo galope por los caminos del placer.

Imagina descubrir una nueva piel y conquistarla.

No, no es la prenda por sí misma: es lo que significa en mis fantasías. Y qué mejor si es la persona amada quien la tre puesta y con ella es con la que se disfruta de esta realidad alterna, en donde cada quien tiene un papel diferente y encarna al personaje que aprisionamos o le impedimos salir por falsos moralismos . . . sí, es jugar el delicioso juego de los desconocidos. 

Jueguemos el gran juego del amor,
en donde también se  mezcla deseo
con pasión.

No sé cuál es la dimensión del daño que he sufrido, por así decirlo, al exponerme voluntariamene a las tantas películas que veo, a las novelas que parecen extraídas del Decamerón que a veces leo, a mi propia escencia felina que no temo reprimir . . . sólo sé que basta una imagen, una canción o un aroma para llevarme a imaginar e innovar en este tema que a muchos nos gusta, pero pocos se atreven a hablar.



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