jueves, 13 de mayo de 2010

Sobre un amor lejano y casi moribundo.



Desde hace un tiempo a la fecha, los programas o películas que supuestamente deberían motivarme y hacerme soñar con los momentos más bellos y románticos imaginables, más bien me dejan un nudo en la garganta y unas lágrimas incipientes que se resisten a caer. Así, el programa sobre decoración de festejos nupciales que antes tanto disfrutaba por las ideas que podría aportarme para decorar mi boda, ahora se ha convertido en una especie de visión lejana de algo que no tendré. Me alegro sinceramente por las parejas que han conseguido casarse, me gusta ver sus rostros de dicha y felicidad luciendo radientes al estar tan enamorados, con ese brillo en la mirada que indica la realización de un sueño. Bien por ellos.

Y para segir torturándome, hoy por la mañana se me ocurrió encender el televisor y quedarme a mirar una película llamada "Orgullo y Prejuicio", una historia más bien romántica que culmina con el sentir el amor verdadero (y una promesa de boda). Cómo me gustaría sentir esa cálida sensación profunda en el pecho y el rostro cuando se ve al ser amado a la distancia, la enorme felicidad de saberse comprometida y decir con convicción y entrega que se ama profundamente a alguien y que por ello deben contraer matrimonio . . . sí, quisiera sentir ese amor profundo, embriagador y verdadero tal como alguna vez fue, así como lo muestran en la película . . . mas no es así en mi caso, ya no más. 

Mis sentimientos han ido cambiando a lo largo de estos meses. Dicen que el amor madura y se transforma, pero no creo que decrezca al grado en el que el mío está . . . trato de mantenerlo vivo pero tal parciera que existe un gélido frío que se empeña en extinguirlo. Miro a mi príncipe cada vez que nos citamos (una vez a la semana, una vez cada quincena) y a su lado me siento estar más en compañía de un buen amigo que en la de un futuro esposo; casi a diario me llama sin embargo, tantas ocupaciones que él tiene han hecho que nuestras conversaciones se centren, sobre todo, en un "qué tal tu día hoy" en donde no hay algo particularmente nuevo para decir, charlas que no pasan de un primer nivel a uno más profundo aunque lo intento, diálogos que se interrumpen porque siempre existe algo más que él debe hacer.

No lo sé, tengo tantas dudas sobre ésta relación que ya ni siento gran alegría en pensar en la boda . . . una que al planerala bien pareciera estar destinada a alguien más y no para mí. Mi búsqueda por ese vestido "perfecto y soñado" ha concluido pues ya no tengo a dónde ir . . . ni siquiera tengo ganas de probarme alguno, ¿no se supone que esta elección es el motivo de alegría de casi la gran mayoría de las novias?; el tema de la casa es más como si yo fuera una diseñadora que habla del proyecto de un cliente . . . en breve, el tema del matrimonio comienza a serme lejano y ajeno.

Antes juzgaba duramente a las mujeres que abandonaban a sus esposos quienes, por cierto, no les dedicaban el tiempo suficiente: pero ahora, comienzo a entenderlas. No me siento sola, al contrario, disfruto mucho estando conmigo misma, empero, la compañía de mi príncipe es más como un bonus pues la mayor parte de la semana estoy sin él y sin saber mucho de él. La verdad, no pretendo ser enfadosa y acaparar cada segundo de su existencia negándole salir con amigos o terminar los demás asuntos en los que está envuelto pues temo que más adelante me lo reproche amargamente . . . pero la convivencia a cuentagotas me asegura cada vez que puedo prescindir de él.

Aun resuenan en mi cabeza las palabras que alguna vez pronunció sobre que tal vez él no era "el hombre indicado" para mí, ¿debo hacer caso de ello? . . . no lo sé, todo se mezcla dentro de mí en una especie de exraño cóctel. Le dí mi palabra de compromiso, mas supongo que esto se está yendo a pique antes de haber siquiera comenzado . . . ojalá renazca ese amor de al principio, espero él pueda enamorarme de nuevo y convencerme de que debo ser su esposa. Si sucediera lo contrario, tal vez necesite tiempo para reencontrarme a mí misma y mi camino a seguir, si no es que antes mi corazón felino sale de cacería buscando un nuevo príncipe con quien compartir sueños, crear fantasías y aterrizar metas.

En fin, como fuere, como no tengo a alguien cercano con quién discutir esto sin causarle molestias ni disgustos, mejor lo posteo sólo para liberar un poco mi alma pues él, aun cuando ha descubierto mi blog, tan ocupado como siempre dudo que lea mi post y, al ser yo tan sólo una más de los miles de millones de habitantes del mundo, dudo que a alguien le importe lo que en este momento siento.


La melodía de hoy es "A drop of silence" de Kítaro, un músico japonés que me fascina a mares.



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