miércoles, 16 de marzo de 2011

Shimidzu.

Contigo, yo sí podría pasar el resto de mi vida . . . quizá esta frase no terminada la intuyas cada vez que te miro a los ojos pretendiendo querer nada, cuando elevas tus murallas de distancia, cuando te despides de mi con un tierno abrazo y un inocente beso en la mejilla. Ayúdame por favor, dime ¿qué puedo hacer si yo te veo como mi hombre ideal y para tí yo no soy mas que otra mujer que pretende -inútilmente- llegar a tí?. Te sigo el juego.


Me dices que probablemente, siglos atrás, fuimos seres muy cercanos . . . bastante cercanos, por lo mucho que coincidimos, por lo bien que nos conocemos, porque somos seres idénticos cual reflejo en el espejo: esto a veces nos asusta y otras nos produce gracia. Sabes que yo no creo en vidas pasadas, pero aun así te escucho pues me gusta imaginar las historias que me cuentas sobre etéreas princesas y enormes castillos medievales que siempre están de fiesta. Ah, si tan sólo pudiera trasladar tu esencia a otro corazón que no se hubiera definido de la forma en que tú lo has hecho, tomando el camino alterno, mirando a los de tu mismo sexo . . . sin embargo, ¿qué puedo hacer al respecto?, nada, absolutamente nada . . . c´est la vie, me responderías seguramente.


Y por eso digo "qué extraña es la vida y sus juegos crueles" . . . cuando al fin encuentro a alguien que me haga brillar la mirada y dar vuelcos el corazón, ella da un giro inesperado para que no lo pueda tener, ni siquiera alcanzar. ¿Será eso o simplemente ando en busca de lo ya conocido: mi propio ser?. Ahora, en lugar de sentir rabia, esto me parece tan jocoso que me río de mi propia suerte casi a carcajadas porque . . . sólo podemos ser amigos (qué brutalidad) sin importar cuántos suspiros me arranques, en cuántos sueños te presentes, cuántas caricias retenidas no hayas sentido.


Ayúdame, porque no puedo pasar un día sin verte, sin hablarte, sin saber de tí  . . . por esos nos quedamos horas enteras por la noche y madrugada hablando de nada y de todo. Te espero ansiosa, como "buena amiga" . . . aun cuando al día siguiente sólo pueda sentir unas ganas enormes de abrazarte por la espalda y hundir mi rostro en tu glorioso cuello de largo aristocrático . . . mas no te preocupes de que eso suceda, ello sólo vive en mi mente, es la fantasía de la que a cada rato me despiertas cuando, al ver mi mirada perdida a lo lejos, me reguntas "¿en qué tanto piensas?". Mejor suerte en la siguiente vida, la próxima vez.






Y la melodía para este cuento no ficticio es: "Nine" de Yanni.




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