viernes, 20 de noviembre de 2009

Película: Leon, the professional.



Esta vez no les voy a contar toda la película porque, aun cuando está llena de escenas ultraviolentas, vale la pena verla por el gran contraste que se hace de la inocencia de un adulto con la ternura y sueños de una niña . . . todo mezclado con el gran amor sin igual que florece entre ambos, casi alcanzando la línea de lo prohibido, pero sin sobrepasar los límites de lo platónico: simplemente nos deja el buen sabor de boca del primer amor infantil. Los actores principales son Jean Reno ( en el papel de Leon, el asesino a sueldo) y Natalie Portman (Como Mathilda, la joven huérfana vengativa), pero son sus diálogos, miradas y silencios –en mi opinión– los que revelan todo un mundo aparte.

La historia se basa en la vida de Leon, un solitario inmigrante italiano en Nueva York, que no tiene contacto con otra persona que no sea su mejor amigo Tony (otro italiano dueño de un restaurante quien le ofrece trabajos como “limpiador”, aun cuando nunca le paga realmente pues le hace creer que estaba ahorrando . . . y con más ventajas que en un banco, pues a estos los asaltan). Para Leon no hay muchas emociones en su existir, además de eliminar a ciertos sujetos; sinceramente su vida es bastante monótona pues vive sin compañía alguna mas que la de su planta verde (a la que cuida con especial esmero pues la aprecia como su mejor amiga y reflejo debido a que ambos no tienen “raíces”), sólo bebe leche y de vez en cuando va a los cines donde exhiben viejas películas de musicales que resultan hasta cierto punto cursis (y le emocionan tanto que incluso en una escena se ve que cómo quiere comentar su asombro con alguien, no obstante, está completamente solo en el cine).

En el edificio donde habita, también vive Mathilda (una jovencita de 12 años de edad) junto con su familia, pero no se lleva bien con ésta a excepción de su hermano menor (el único al que quiere). Su padre era contrabandista de droga y hacía negocios con Norman Stansfield, un agente corrupto de la Departamento Gubernamental contra las Drogas (D.E.A). Un día, mientras hacía un mandado para su nuevo vecino León, al que sólo conocía de vista, asesinaron a su toda su familia (incluyendo al niño) pues el padre no había cumplido con la promesa de mantener intacto un negocio sucio que Stansfield le había encargado cuidar (de hecho, intentó hacer trampa y robarle). Mientras todo eso pasaba, Mathilda estaba en la tienda, así que cuando llega a su departamento y se topa con la sangrienta escena, implora a Leon que le dé posada en su casa; Leon la rechaza al principio, empero, cuando se hace consciente de la situación de la niña la acoge cual si se tratara de una familiar. Allí es donde comienza a forjarse un vínculo muy especial entre ambos . . . mas la jovencita se enamora del rudo varón y para permanecer a su lado le hace ver que se necesitan mutuamente: ella se ofrece como ama de casa, hacer los mandados además de enseñarle a leer y escribir a cambio de que él la ayude a vengarse de los asesinos de su familia.


Entonces es cuando la particular y hermosa historia se desarrolla: Leon le enseña cosas básicas sobre su oficio e intenta adiestrarla, mientras Mathilda busca una relación más allá de lo familiar con el asesino; en una ocasión para manifestarle su amor, valentía y lo desamparada que estaba, recurrió al chantaje en el que le mostró cuán decidida estaba a suicidarse. Finalmente acaban siendo más que un equipo y Leon aprende a querer (y no sé si también a amar) a la jovencita, al grado que desea hacer una vida a su lado y “tener raíces” por fin. No voy a entrar en detalles porque deben ver la película completa, sin embargo, de antemano les digo que él acaba enfrentándose con el responsable de las muertes de toda la familia . . . con un final que los hará llorar.



Quizá ya se hayan dado cuenta de que ésta es una de mis películas lacrimógenas favoritas, en serio me llega al alma cada que la veo (sin mencionar la canción de Sting al final). Y es que, independientemente del mundo violento en el que ha crecido, Leon aun tiene el alma y la inocencia de un niño ( esa cualidad en un hombre me derrite . . . sí, así como es mi Sergio). En cambio, la pequeña Mathilda, es una especie de adulta encerrada en el cuerpo de una adolescente de 12 años.



Yo creo en este tipo de romances y amores que sobrepasan los límites de la edad, en esa clase de “lolitas” que inocentemente seducen a los hombres mayores viviendo y sufriendo en sus corazones un amor imposible (tal vez me identifico porque mi amado Lord casi me lleva 20 años je, je, je), en los opuestos que se atraen a pesar de las barreras del tiempo y las experiencias vividas ... además, nunca lo sabemos todo y de todos algo podemos aprender.



Debo mencionarles también que aquí Jean Reno interpreta a un asesino “perfecto” (porque nunca falla) y que es fiel a sus principios aunque es bueno en el fondo, pero que nunca supo disfrutar de la vida y Mathilda se convierte en su “talón de Aquiles” al enseñarle lo que significa querer y ser querido por alguien, al grado de que le confiesa que ella le ha hecho pasar los momentos más felices de su vida.



Ficha técnica.


Título original: Léon.

Título en cartelera USA: The Professional.

Título en cartelera MEX: El Perfecto Asesino.


Año: 1994, Francia.

Género: Acción / Melodrama.

Director y guión: Luc Besson.

Reparto: Jean Reno, Natalie Portman (esta fue su primera película), Gary Oldman (como el detective de la DEA), Danny Aiello . . .

Música: Eric Serra, Sting ( su canción Shape of my hearth es toda una maravilla), Bjork (sólo me acuerdo de Venus as a boy).

Duración: 110 minutos.

Calificación que Gail le da a la película: 8.5 de 10 (siendo el 10 la excelencia).

martes, 17 de noviembre de 2009

Fotos góticas: princesas rubias.





Realmente es difícil encontrar fotos artísticas (no de terror) de chicas góticas que sean rubias . . . no sé por qué, pero las que abundan son las de cabello negro. En fin, deseo abrir esta sección con algunas imágenes que he ido guardando de diferentes sitios web (de los cuales lamentablemente no recuerdo la dirección) y que suelo coleccionar porque poseen un encanto muy particular. Debo mencionar que no les he hecho un retoque alguno por si quieres guardarlas también para tu álbum personal ^_^  . Ojalá te gusten tanto como a mí.



























Bueno, por el momento es todo. Nos leemos pronto ^_^ .

                        

NOTA: Lamento no recordar las direcciones de los sitios web de las que obtuve las fotos, sin embargo, el post (y todo el blog en sí) no tiene carácter lucrativo . . . sólo es para compartir. Si reconoces alguna imagen tuya, tan sólo déjame tu dirección en los comentarios para que tu sitio sea reconocido.




Película: "Dogfight".


Hace unos momentos estaba viendo en la tele una película llamada Dogfight; al principio parecía que iba a ser una película mala, realmente muy mala, debido a su argumento: la historia está situada en los años 60, mientras se libraba una espantosa masacre en Vietnam (porque eso era). Así pues tenemos que en 1963, la noche anterior a que Eddie (de 18 años) y sus amigos marines sean enviados a Vietnam, se lleva a cabo algo realmente cruel: los muchachos tienen la “excelente idea” de jugar nuevamente un sucio concurso llamado "Dogfight", el cual consiste en reunir a suficientes jugadores interesados, aportar cierta cantidad de dinero para que sea suficiente, rentar un local-bar más o menos decente, pagar las bebidas y botanas que se consuman e invitar a una chica que no fuera lo suficientemente bella físicamente para que los acompañara a dicha fiesta (claro, valiéndose de sus artimañas, un montón de mentiras y falsos halagos). Se supone que quien lleve a la muchacha “más fea” será el ganador y se queda con el dinero sobrante, además de ser el “héroe” para sus compañeros.

Y es entonces que Eddie, tras varios intentos fallidos con diversas jóvenes, encuentra a la solitaria, pacifista y desaliñada Rose trabajando en la cafetería que pertenece a su madre (y antes de eso, a su abuela). Después de unos cuantas palabras, él logra convencer a Rose de que lo acompañe y ella se siente muy feliz de hacerlo, pero ya en la fiesta se da cuenta del verdadero motivo de la cita y se va a casa muy molesta no sin antes golpear al marine (bien merecido se lo tenía el tipo este). Para este entonces, Eddie ya había aprendido a quererla por su nobleza y bondad y la sigue hasta su casa; de hecho, momentos antes de ingresar al restaurante trata de persuadirla para que no entre pues le dice que ese no es lugar para ella.

Cuando el muchacho llega a la casa de Rose, después de lidiar con el perro guardián, nuevamente logra convencer a la chica para que acepte sus disculpas y la lleva a cenar a un restaurante caro en el cual hace gala de su prepotencia, cosa que disgusta mucho a Rose además de las malas palabras que acostumbra decir el marine. Después de eso gastan la mayor parte de la noche caminando por diversos lugares, platicando . . . y discutiendo. Hasta que Rose lo lleva a un café para enseñarle el lugar en donde quiere hacer su debut como solista pues le apasiona cantar y tocar la guitarra, de hecho, es una auténtica fan de grandes autores de la talla de Bob Dylan.

Al cabo de un rato terminan en un sitio muy parecido a una cabina de feria en donde tienen muchos aparatos automáticos de música novedosos para la época: iluminación en rojo, una chica ilusionada, los autómatas musicales y un fogoso marine crean el momento perfecto para el primer beso de esta singular pareja. No es de extrañar que al final acaben en la mismísima cama de Rose mientras la madre de la chica duerme en la habitación contigua . . . a mi parecer, todo indica que era la primera vez de la muchachita.

Todo esto sucedía mientras los amigos de Eddie ocupaban su noche libre en tatuarse abejas en los antebrazos (porque el grupo era el de las cuatro “B” debido a sus nombres o apellidos), pelearse con el personal naval de un bar, ver una película porno mientras contrataban a una prosti para que les practicara felaciones y embriagarse hasta más no poder. Claro está que las imágenes sólo sugieren lo que sucede, no es de esas que muestran escenas bien explícitas que no era necesario destapar por completo.

Finalmente Eddie y Rose intercambian promesas de escribirse mientras dura la guerra y ella le da la dirección de su casa en una pequeña hoja de color rosa. Pero cuando sale el autobús de los marines y los amigos se reúnen nuevamente, Eddie cuenta una versión completamente diferente de lo que sucedió la noche anterior, rompe la hojita rosa y lanza los pedazos por la ventana. Por un momento filosofan sobre las mentiras que se cuentan y el sin sentido de estas, sin embargo, no llegan a nada y llegan a la conclusión de que todo en su vida es una mentira. Pasan los años, muere el presidente Kennedy, y Eddie regresa a San Francisco (EUA) al final de la guerra. Ahí se da cuenta de que muchas cosas han cambiado y al parecer tiene una hija (o al menos eso creo yo), busca la cafetería de Rose y entra ahí aunque el cartelito dice que está cerrado. Todo termina con un emotivo y mudo abrazo entre un Eddie héroe de Vietnam y una Rose más madura.

Particularmente creo que es una película sencilla aun cuando la trama entre líneas dice mucho más de lo que sus personajes hablan. Hay muchas cosas dolorosas, otras son mágicas y algunas más parecen grotescas. Quizá la temática ya pareciera un tanto trillada (los sentimientos de las chicas consideradas como no bonitas, la honestidad, el guardar las apariencias, el darte cuenta gracias a una persona de que tu vida está tomando un rumbo equivocado, etc) pero internamente nos puede generar alguna idea al respecto o llevarnos a hacer una análisis comparativo . . . quién sabe, todo depende de cada persona.

Tal vez no sea un filme que te mantenga bien pegadito a tu sillón , pero es buena como para disfrutar en una tarde de relax. Bueno, pues ya se las conté, pero aun así es mejor verla y disfrutar los detalles y el trasfondo de los diálogos . . . en serio.


Ficha técnica.

Titulo original: Dogfight
Año: 1991, USA.
Clasificación: apta para mayores de 13 años (y no porque tenga escenas explícitas de sexo)
Género: Comedia
Dirección: Nancy Savoca
Escrita por: Bob Comfort
Elenco: River Phoenix (Eddie Birdlace) - Lily Taylor (Rose). Hay una pequeña escena de unos escasos segundos en la que aparece Brendan Fraser (ésta fue su primera película).

Calificación que Gail otorga a la peli: 6 puntos de 10 (siendo que el 10 significa excelente). A veces hace falta ver filmes regulares para reconocer a los excelentes.



Fuente:
http://www.angelfire.com/wa2/avv/dogfight.htm


martes, 10 de noviembre de 2009

Leyes felinas . . . casi universales ^_^


Y bien, ahora que estoy particularmente sintonizada a mi esencia felina, aquí les dejo unas leyes casi universales . . . nadamás para que las consideren ^_^  .





Ley de la inercia: Un gato en reposo seguirá en reposo hasta que sea movido por alguna fuerza exterior igual o similar al ruido de la apertura de una lata de comida para gatos.

Ley del movimiento: Un gato siempre se moverá el línea recta a no ser que tenga una muy buena razón para cambiar de dirección, como por ejemplo la apertura de una lata de comida para gatos.

Ley del magnetismo gatuno: Los abrigos, las americanas y los jerseys atraen el pelo de gato en proporción directa a la oscuridad de la pieza.

Ley de la termodinámica: El calor se transfiere de un cuerpo caliente a uno frío excepto en el caso del gato, en el que cualquier tipo de calor se transfiere al gato.

Ley de estiramiento: Un gato siempre se estirara en una longitud directamente proporcional a la duración de la siesta hecha.

Ley del dormimiento: Todo gato intentará dormir con humanos siempre que haya oportunidad y en una posición que sea lo más incomoda posible para éstos.

Ley de la elongación: Un gato puede alargar su cuerpo lo suficiente para alcanzar cualquier sitio que contenga alguna cosa mínimamente interesante para él.

Ley de la aceleración: Un gato acelerará su velocidad constantemente hasta que le parezca bien y se pare.

Ley de servicio de mesa: El gato será servido de todas las cosas buenas que hay en la mesa a la hora de cualquier comida.

Ley de la configuración de las alfombritas: Ninguna alfombrita permanecerá en su estado plano natural demasiado tiempo.

Ley de la resistencia gatuna a la obediencia: La resistencia de un gato varia en proporción directa al deseo humano de que haga algo concreto.

Primera ley de la conservación de la energía: Dado que los gatos saben que la energía ni se crea ni se destruye, usan la menor cantidad de energa posible.

Segunda ley de la conservación de la energía: Los gatos saben, asimismo, que la energa sólo puede almacenarse haciendo muchas siestas.

Ley de la observación del refrigerador: Si un gato observa detenidamente un refrigerador durante tiempo suficiente, conseguirá que alguien venga y le de algo bueno de comer.

Ley de atracción de la manta eléctrica: Enchufando la manta eléctrica se conseguirá que el gato suba a la cama a la velocidad de la luz.

Ley de la búsqueda aleatoria de confort: Un gato siempre buscará, y normalmente encontrará, el lugar más confortable de una habitación dada.

Ley de la ocupación de la bolsa / caja: Toda caja o bolsa dejada en una habitación, será ocupada por un gato en el primer momento posible.

Ley del desconcierto: La irritación de un gato crece en proporción directa al desconcierto que le proporciona la risa humana.

Ley de consumo lácteo: Aunque esté harto, un gato siempre podrá beber su peso en leche sólo para demostrarte que puede hacerlo.

Ley de las fundas: El deseo de un gato de arañar cualquier sofá es directamente proporcional a valor de este.




Fuente:
http://gatobeppo2.wordpress.com/

Por nuestro primer mes de compromiso . . .


Aun recuerdo ese primer beso robado que una noche arranqué de tus labios . . . ese beso deliciosamente emocionante y culposo que ambos anhelábamos. Todavía guardo las memorias de cómo inició nuestro sublime amor y de como fue madurando con nostros, de hecho, he de jurarte que siempre vivirán en mi y serán parte de mi esencia; sin embargo, ya es tiempo de contemplar juntos ese mismo punto que hemos planeado para el resto de nuestras existencias pues el tiempo ha llegado y es apropiado: así es la magia del amor.










NOTA: Este post debía estar aquí desde el 7 de noviembre, no obstante, mis deberes académicos no me lo permitieron y por eso lo hago hasta ahora. TT_TT

sábado, 7 de noviembre de 2009

La curiosidad mató al gato de Schrödinger.



Este post es sólo de tipo informativo y para nada
propone alentar la crueldad hacia los animales . . .
aun cuando la Ciencia lo justifique en aras
del “progreso humano”.



Mientras veía en la televisión un programa del tipo comedia humorística, alguno de los personajes mencionó repetidas veces a “el gato de Schrödinger” en comparación de una situación en la que no se puede saber el resultado de algo hasta descubrirlo por uno mismo; pues bien, movida por mi felina curiosidad natural, me puse a indagar qué es ese experimento de la física cuántica al que la ciencia intenta aludir con una imagen preestablecida como para poder explicar asuntos y ensayos complicados resumiéndolos, en este caso, en que los fenómenos cuánticos necesitan la consciencia de un observador para producirse; es decir, que una partícula (dependiendo de sus propiedades) puede dar origen a un efecto u otro, sin embargo, sin un espectador que lo perciba el resultado simplemente no existe . . . ¿ suena filosófico, no?.

Así pues, cuando se habla de "el gato de Schrödinger" se está haciendo referencia a una paradoja que surge de un célebre experimento imaginario propuesto por Erwin Schrödinger en el año 1937 para ilustrar las diferencias entre interacción y medida en el campo de la mecánica cuántica. El experimento mental consiste en imaginar a un gato metido dentro de una caja que también contiene un curioso y peligroso dispositivo que está formado por una ampolla de vidrio (que contiene un veneno muy volátil) y por un martillo sujeto sobre la ampolla, de forma que si cae sobre ella simplemente la rompe y se escapa el veneno con lo que el gato moriría. A su vez, el martillo está conectado a un mecanismo detector de partículas alfa; si llega una partícula alfa el martillo cae rompiendo la ampolla con lo que el gato muere, por el contrario, si no llega no ocurre nada y el gato continua vivo.



Ahora bien, al lado del detector se sitúa un átomo radiactivo con la característica de que tiene un 50% de probabilidades de emitir una partícula alfa en una hora. Evidentemente, al cabo de una hora habrá ocurrido uno de los dos sucesos posibles: el átomo ha emitido una partícula alfa o no la ha emitido (la probabilidad de que ocurra una cosa o la otra es la misma). Como resultado de la interacción, en el interior de la caja, el gato está vivo o está muerto. Pero no podemos saberlo si no la abrimos para comprobarlo.

Si lo que ocurre en el interior de la caja lo intentamos describir aplicando las leyes de la mecánica cuántica, llegamos a una conclusión muy extraña: el gato vendrá descrito por una función de onda extremadamente compleja resultado de la superposición de dos estados combinados al cincuenta por ciento como "gato vivo" y "gato muerto". Es decir, aplicando el formalismo cuántico, el gato estaría a la vez vivo y muerto; se trataría de dos estados indistinguibles.

La única forma de averiguar qué ha ocurrido con el gato es realizar una medida: abrir la caja y mirar dentro y en unos casos nos encontraremos al gato vivo y en otros muerto. No obstante, al realizar la medida el observador interactúa con el sistema y lo altera, rompiendo así la superposición de estados y el sistema se decanta por uno de sus dos resultados posibles. El sentido común nos indica que el gato no puede estar vivo y muerto a la vez, pero la mecánica cuántica dice que mientras nadie mire en el interior de la caja el gato se encuentra en una superposición de los dos estados: vivo y muerto.



Afortunadamente, en algunos libros modernos de física, para colaborar en la lucha por los derechos de los animales, en el dispositivo experimental (por supuesto hipotético) se sustituye la ampolla de veneno por una botella de leche que al volcarse o romperse permite que el gato pueda beber. Los dos estados posibles ahora son: "gato bien alimentado" o "gato hambriento", lo que también tiene su punto de crueldad. Sólo baste decir que la curiosidad mató al gato, pero la idea fue de Schrödinger.






Fuente:
El rincón de la ciencia en http://centros5.pntic.mec.es/ies.victoria.kent/Rincon-C/Curiosid/Rc-31/RC-31.htm


lunes, 2 de noviembre de 2009

Memento mori: la fotografía post mortem victoriana.





 Este post no es apto para personas "sensibles".







 
Buscando cositas por aquí y por allá, me encontré algo que ya había visto en alguna ocasión gracias a que una mujer mayor de edad me contó de ello y me mostró una prueba muy explícita: la fotografía post mortem. Se trata de una antigua costumbre (muy tétrica, para mi gusto) muy común en el siglo XIX que consistía en hacer un retrato del ser querido recientemente fallecido como símbolo del afecto que se le tenía; sin embargo, aunque se considera poco apropiado y hasta morboso en nuestra época actual, en la era victoriana "tomarse una foto" era un lujo bastante caro que pocas personas podían costear debido a que no estaba popularizado este arte y no habían muchos fotógrafos cerca, de hecho, sólo se pensaba en retratarse en momentos realmente importantes. En muchos casos esa era la única foto que existiría de la persona, por lo que valía la pena tomarla aun si ésta ya había muerto.
 


Lo anterior básicamente consistía en vestir al difunto con sus ropas personales, maquillarlos y abrirles los ojos con cucharas (en ocasiones se debió retocar los ojos manualmente con pintura) a fin de que se vieran como personas vivas para convidarlo de un último retrato grupal ya fuere con sus compañeros, familiares o amigos, o bien retratarlo individualmente. Algunas de las fotografías post mortem lucen cadáveres maltrechos con varios días de haber sucedido el evento, esto era generalmente porque la familia tenía que esperar a que llegara el fotógrafo o incluso, ellos mismos ir al estudio con el cadáver a cuestas, lo que sumaba días y días de descomposición. Por todos esos retoques, maquillaje, manipulación, inexpresividad y rigidez en el cadáver es que muchas fotografías tienen un resultado característicamente macabro al forzar demasiado el gesto del cuerpo inerte.



A la persona frecuentemente se le fotografiaba en una cama o en su ataúd como si estuviera durmiendo, sin embargo, en ocasiones también lo sentaban en una silla o alrededor de sus familiares; hay algunas inclusive que los muestran "cenando" en la misma mesa que la familia que les sobrevivía, los bebés difuntos en sus carros junto a sus padres, en su regazo o con sus juguetes y los abuelos fallecidos con sus trajes elegantes sostenidos por su bastón (para mantener erguida a la persona se le colocaba una varilla en la espalda). Otras veces agregaban elementos icónicos, por ejemplo una rosa con el tallo corto dada vuelta hacia abajo para señalar la muerte de una persona joven, relojes de mano que mostraban la hora de la muerte, etc. El motivo por el cual -en ese entonces- este tipo de imágenes no eran consideradas morbosas, puede deberse al ideal social que se gestara en la época del Romanticismo, en donde se tenía una visión nostálgica de los temas medievales y se concebía la muerte con un aire espiritual y sumamente sentimental, llegando algunos a verla de hecho como un privilegio. Era un acontecimiento que debía rememorarse como parte del ciclo al que todo ser humano está "destinado" y debía tenerlo presente en vida para obrar de la mejor manera posible.



A las fotografías post mortem de niños se les conocía como “angelitos” en el siglo XIX y teniendo en cuenta el alto índice de mortalidad infantil de dicha época debido a los escasos recursos médicos en esos tiempos para combatir la viruela y la fiebre amarilla, entre otras cosas, no es de extrañar que los retratos de niños sean los que abunden y tiendan a ser las más desgarradoras especialmente cuando el niño aparece junto a sus juguetes o en brazos de su madre. Por citar un ejemplo que explique lo frecuente que era la muerte en ese entonces podemos decir que en una familia común sumaban entre 8 y 10 hijos, de éstos solían fallecer la mitad; ese contexto, las fotografías del niño fallecido junto a sus padres y/o hermanos estaban comprensiblemente aceptadas.



Cabe mencionar que la práctica de este tipo de estampa familiar nació casi con la misma fotografía (un 19 de agosto de 1839) en París, Francia, y luego se extendió rápidamente hacia otros países; no obstante, el hecho de fotografiar muertos tiene antecedentes pre-fotográficos en el Renacimiento, donde la técnica era el retrato por medio de la pintura en el llamado memento mori: otra técnica de la época medieval donde se concebía que el fin era inevitable y había que estar preparados.



Ahora bien, en la Época Victoriana (1837-1901) había muchas modas en cuanto a normas de etiqueta se refería . . . y la muerte no escapaba a ello; todo fue debido a la manera en que la Reina Victoria de Inglaterra guardó luto por el resto de sus días a causa del fallecimiento de su esposo, el Príncipe Alberto, en 1861. Lamentablemente este tema no viene al caso por ahora y lo trataré después en otro post. ^_^


 
Fuentes:
http://es.wikipedia.org/wiki/Fotograf%C3%ADa_post_mortem
http://lorelei1.wordpress.com/2006/09/28/reglas-y-costumbres-del-luto-en-la-epoca-victoriana/
http://webinteresante.com/?tag=fotos-post-mortem
http://www.guerrillapop.com/blog/arte/la-fotografia-post-mortem
http://www.foro-cualquiera.com/informes-frikis/113873-fotografia-post-mortem-la-historia.html
 
NOTA:
Sólo publiqué las fotos que están más o menos "tranquilas" porque hay unas realmente macabras en la red que sí producen cierto miedito, sobre todo por el rigor mortis y el estado de descomposición del cadáver.

domingo, 1 de noviembre de 2009

Un fic bien antiguo . . .


Ahora les tengo un género literario que, si bien no me gusta leer mucho, sí disfruto de escribirlo y que otros más lo lean para que lo critiquen en la red: es el fanfic. Pero dirán ustedes ¿y eso que rayos es?, pues bien, nuestra querida enciclopedia-diccionario virtual (la Wikipedia) dice lo siguiente:

"La/el fanfiction o fan fiction (literalmente, "ficción de fans"), a menudo abreviada fanfic o simplemente fic, son relatos de ficción escritos por fans de una película, novela, programa de televisión o cualquier otra obra literaria o dramática. En estos relatos se utilizan los personajes, situaciones y ambientes descritos en la historia original y se desarrollan nuevos papeles para estos personajes. El término fanfiction hace referencia tanto al conjunto de todos estos relatos como a uno en concreto, según el contexto." .

Y efectivamente es así. No hace mucho que participo en un foro en donde compartimos este tipo de escritos de una serie en especial que, si gustan del manga y el ánime, obligatoriamente conocerán: Saint Seiya. Este relato que les comparto fue el primero que escribí, según mi compu está fechado en mayo de 2008 (uy . . . ya pasó un buen de tiempo je, je, je), pero aún así se los dejo. El personaje principal es un caballero llamado Mu . . . es mi predilecto desde que tenía 8 años de edad.

Una cosa más antes de pasar al relato, en el foro dejé una nota que decía lo siguiente para explicar mejor el motivo del fic: "Este iba a ser el primer capítulo de una obra que tenía en mente y se iba a desarrollar mucho mejor (con mayor profundidad y significado) en los capítulos dos y tres, sin embargo, la manera en que termina mi primer capítulo hace casi imposible la continuación . . . si la hubiera, a mi parecer, estaría un tanto forzada. Aunque era el capítulo inicial, queda como una historia aparte y, aunque es un tanto rosa, no lo iba a dejar en el olvido. Actualmente estoy escribiendo otro fic, más elaborado, planeado y detallado . . . de corazón les juro les va a gustar; retomo mi idea original la acción se desarrolle en Egipto". Bueno, ya sin tantos rodeos les dejo el fic y ojalá les guste tanto como a las chicas del foro donde participo ^_^U .









E N    B A R C O    H A C I A    A L E J A N D R Í A


Siempre había soñado con viajar a Egipto, muchos de sus sueños estaban plagados de sus imágenes, sus monumentos, su ambiente y con recorrer cada calle y rincón del país . Los estudios universitarios, el trabajo de medio tiempo, su noctambulismo citadino y los amigos le eran agradables, pero en conjunto formaban una “variada” monotonía, sin aventuras nuevas, sin emociones nuevas, sin experiencias alternas . . . parecía ya todo estaba dicho o hecho . . . necesitaba probar algo diferente, quizá hasta radical . . . no importaba ahorrar por años ni viajar medio mundo para ello . . . buscaba esa nueva fotografía o lapso - momento que pudiera guardar y saborear en su álbum de sentimientos: sí, era una vampira de sensaciones, de emociones, de fragmentos del tiempo.

Por fin el día tan anhelado había llegado. . . visitaría esa tierra árida con la que innumerables ocasiones imaginó ser la protagonista de extrañas aventuras al más puro estilo de los saqueadores de tumbas . . . se deleitaba pensando en las exóticas y bulliciosas calles así como en las miles de cosas que conocería y vería por primera vez (y quizá por última ocasión) . . . gozaba ideando era la dueña de un secreto oculto, su propio secreto . . . imaginaba miles de situaciones, mas nunca pensó que habría algo que haría tambalear su supuesta seguridad y su vanidad se esfumaría.

Contaba los días para arribar al puerto tal como los presos hacen esperando su libertad; eran tantas sus ansias por llegar ya que por momentos deseó haber optado por el avión (le hubiera tomado menos de un día entero), mas su sed de aventuras y sus fantasías mentales le hicieron considerar el barco como algo “más romántico”, por ser de los transportes de antaño . . . ah, qué embriagante fascinación por el pasado.

Por fin el día sexto en el barco. Otra vez en cubierta dando un paseo, para no aburrirse o quizá contando los minutos menos que quedaban . . . mar, mar y sólo mar . . . el ambiente húmedo, caluroso y salado . Tantos planes en mente, el analizar el último sueño ajeno en el que se había metido y su ensimismamiento no le permitían percatarse de los miembros de la tripulación . . . ojalá hubiera notado antes a los pasajeros, habría añadido un día más a la ilusión que más tarde disfrutaría.

Por la tarde, después de la comida, fue a popa a contemplar el camino que dejaban detrás y la espuma que se formaba, era un buen lugar para contemplar el atardecer y , si tenía suerte, podría ver decenas de delfines nadando a gran velocidad para luego saltar fuera del agua . . . un sitio agradable para continuar con la nariz metida en sus libros que, si no fuera porque trataban de civilizaciones antiguas o extintas, mitología y objetos extraños que supuestamente existían pero se hallaban perdidos, bien uno pudiera jurar por la apariencia de los mismos su contenido profesaba el ocultismo.

Los rayos naranja del sol le besaban la piel y le llevaron a pensar en viejos amores y por qué no habían fructificado . . . recordó uno tras otro – sus dichas, glorias y penas – aunque ya no en el orden que les correspondía (pese a ser sólo tres) y por momentos sonreía , sin añoranza , como si algo cómico o vergonzoso hubiera sucedido; estaba en estos asuntos cuando a ella llegó un aroma: era una esencia deliciosa, varonil, fresca, distinguida pero juvenil , discreta y sofisticada a la vez , única . . . tan exquisito aroma que cerró los ojos para captar cada una de las notas que lo componían . . . ¿quién portaba semejante accesorio ?, era increíble . . . no conocía algo similar, no tan fino, en su memoria trató de buscar y recordar si lo había conocido antes . . . pero no fue así, era un perfume personalizado, es rara la gente que acostumbra los perfumes de esta clase. Abrió los ojos y dio vuelta completa para ubicar a su dueño, lo buscó primero con la mirada recorriendo el lugar varias veces sin hallarlo, luego el viento le gritó la procedencia, dio con él, segundos antes estuvo detrás de ella: era un joven elegantemente bien vestido de esbelta y equilibrada figura, con larga y brillante cabellera lila sujetada casi en su tercio final con una cintilla negra mate; caminaba erguido, natural, como si el mundo le perteneciera , sin altanería . . . se quedó viéndolo un rato mientras la silueta se alejaba. No lo pudo ver de frente (hecho que le fue muy frustrante), pero intuía que era joven . . . no dejaba de mirarlo. Necesitaba ver su rostro, sus ojos sobre todo pues develarían su ser verdadero, le serían la llave para irrumpir en sus sueños. Ella, lamentablemente, no podía deshacerse de ese vicio inhumano . . . todo aquel que le resultase interesante debía ser “visitado” mentalmente en la noche, le gustaba apoderarse de los secretos, tenía tanto miedo a la gente que debía conocerla de esa forma antes de acercársele . . . así se sentía poderosa frente a los demás.

Algunos pasos después sólo pudo ver el perfil de su rostro cuando él agradeció cortésmente el saludo que otro caballero, sentado bajo una sombrilla, le dirigía. Cierto, era joven . . . y , al parecer , de finos rasgos, insólitamente hermoso y su semblante carecía del orgullo con el que generalmente se envuelve la belleza física . . . no podía concebir que existiera alguien así , aunque había conocido a muchos considerados “atractivos” en la ciudad y centros nocturnos de moda, este hombre no tenía igual pues su hermosura iba más allá . . . había un aire enigmático en él y emitía una extraña sensación benévola y tierna, pacífica pero poderosa, superior al resto de los varones . . . esto le bastó para desistir de su idea de “visitarle” mientras dormía.

Tan poco tiempo y ya la había impactado, nunca antes alguien se había escapado de su vicio sólo por la energía que emanaba ni la apariencia de su rostro, él era diferente y había que conocerle directamente, sin trucos, sin utilizar su secreto. Fascinada, ahí estaba parada, inmóvil, muy cerca de la barandilla de la popa . . . de sus manos resbaló el libro abierto y cayó al mar . . . no le importó en absoluto, el viento se enredaba con sus cabellos blancos ondulados y sus ojos rosa carmín estaban fijos en él, tenían un gesto triste, sereno, semejaban una hipnosis; seguía sus pasos mientras lo devoraba con la vista . . . comenzó a sonrojarse. . . ¿qué le fue tan llamativo?, ¿había sido su porte, su presencia? o simplemente el aroma que captó su atención . . . no, no sólo pudo ser el perfume, era el joven en sí . . . magnífica combinación.

Cayó la tarde sobre ella en popa y trató de ya no pensar más en el asunto , en el joven cautivador; intentó reconstruir sus fantasías egipcias al tiempo que lamentaba haber perdido su libro favorito . . . tan antiguo, seguramente ya no lo hallaría en ninguna librería.

Por la noche, de regreso en su camarote, mientras bebía un café turco en una tacita de porcelana, la sorprendió repentinamente el recuerdo del joven de cabellos lila; en su mente trataba de imaginar su rostro completo, pero no lo conseguía, la imagen de la fina silueta alejándose y luego el perfil de aquel blanco rostro seguía inamovible . . . el chico de cabellos lila . . . cabellos lila . . . la silueta alejándose . . . su perfecto perfil de porcelana . . . el porte, su figura. Nadie antes le arrebató el pensamiento de esa forma, mucho menos con haberlo visto sólo una vez . . . y no directamente. La imagen la atormentaba, no la dejaba descansar, la perseguía cual sublime maldición: necesitaba distraerse. Intentó leer algún fragmento de la novela inconclusa, pero las letras parecían bailar con frenesí burlón ante sus ojos transformándose en arameo . . . aventó el libro simplemente; encendió el televisor hallando historias de romances irreales o apasionados . . . no, eso no ayudaba; quiso dormir y soñaba con la silueta . ¿Qué le sucedía?, se sentía enferma por no dejar de pensar en él, desarmada, impotente . . . se puso a llorar con rabia en silencio. ¿Qué tenía de especial él?, ¿cómo logró entrar por sus ojos hasta su mente . . . tan pronto, en una tarde?, ¿tenía que conocerle y luego asesinarle?, ¿qué la hizo desistir de entrar en sus sueños?. Estaba atrapada por sus pensamientos. Debía saber quién era él, y pronto . . . pero a la vieja escuela.

Ya no podía seguir en su camarote e ideó bajar a cubierta , necesitaba despejar y liberar su mente de la obsesión que comenzaba a formarse . . . debía recuperar el control de sí misma. Recorrió descalza las escaleras principales, sólo escuchaba el sonido de las plantas de sus pies contra el piso debido al silencio sepulcral imperante . . . creyó todos dormían (excepto quien llevara el timón y control del navío) así que no le importó salir con el cabello revuelto, sensualmente “aleonado” y envuelta en su ceñido camisón de satín rosa claro (lo adoraba por sus detalles de brillante encaje marfil en el escote) . . . el clima era bastante cálido, húmedo, salado y la delgada prenda le mantenía fresca.

Caminó un rato con la cabeza baja pensando nuevamente en él . . . ¿quién era? . . . esta pregunta ya le comenzaba a hartar, quizá era bueno después de todo verlo a través de “su secreto” . . . no, mejor no: valía la pena conocerle por sus propios medios. Su torbellino de ideas era musicalizado por el sonido del viento y el mar . . . caminaba distraída por sus propios pensamientos cuando de pronto estos fueron interrumpidos por una lejana voz infantil que reprochaba:


- ¡Pero no logro ver algo!.

- No te desesperes , no irá a otro lugar. Mira otra vez con cuidado y la hallarás – añadió una voz varonil en un tono tranquilo y comprensivo.


Levantó la cabeza y alcanzó a ver vagamente que se trataba de un niño y un adulto contemplando el cielo con un telescopio, no le dio importancia al asunto y continuó su camino.


- Bajo esa estrella se encuentra la tumba desconocida de la que te he hablado antes – continuaba él – , ahí lo encontraremos y te enseñaré cómo se usa, es básico que lo sepas si quieres algún día emplear el polvo estelar y el gammanium.

- De acuerdo.


El niño se asomó una vez más por la lente. La mujer seguía avanzando, no entendía de qué estaban hablando, pero qué importaba, no lo averiguaría esa noche, siempre hay gente que comenta temas extraños . . . de hecho, muchas veces ella lo hizo ante la mirada cuestionante de sus compañeros y colegas . . . tenía algo en la mente en lo que debía trabajar y era el motivo por el cual se encontraba vagando en la cubierta. Dio otros pasos, uno tras otro. Se acercaba más conforme caminaba y, entonces, lo reconoció de inmediato: era el varón que había inundado sus pensamientos; se paró en seco quedándose petrificada por un instante, sus ojos estaban bien abiertos por la sorpresa, no sabía si era prudente avanzar más o mejor cambiar de rumbo. . . parpadeó unos segundos, inhaló profundamente para darse valor y decidió aproximarse, la curiosidad era más fuerte que su miedo.

Caminó lento, algo nerviosa, no tenía información alguna de él que la hiciera sentir segura (cuánto anhelaba ahora emplear esa técnica para entrar en la mente), no apartaba la vista del rostro del hombre; el viento que antes sentía tibio ahora le helaba los huesos, su cuerpo temblaba un poco y una sensación de vacío abrumador se apoderó de la parte alta de su abdomen . . . no se había sentido así desde hacía mucho tiempo, una década probablemente. Cuando la distancia entre ambos no excedía los cuatro metros, él volteó instintivamente al sentirse observado, la chica se sintió como niña atrapada justo en el momento de hacer una travesura. Él la observó, ella deseó instantáneamente ser sirena para escapar bajo las olas del mar, sentía su mirada . . . no era pesada pero la dama tenía la sensación de haber hecho algo grave, quiso no estar ahí . . . poco a poco se tranquilizó, recobró el aliento.

Fueron unos segundos de silencio que la parecieron eternos, la mirada de él era calculadora, algo desconfiada, pero serena, tierna y apacible . . . tenía la sensación extraña de que la puerta que tanto buscaba para colarse en sus sueños no estaba en su rostro. Segundo a segundo dejó de fijarse sólo en esos ojos que la intranquilizaban para darse cuenta de algo más que la luz de luna le reveló: la cara del personaje que tenía enfrente . . . era perfecta, fina y bella , más bella de lo que hubiera querido, siquiera imaginado . . . lo observó sorprendida unos instantes, muda, él la miraba a los ojos . . . el corazón le latía aprisa, sus labios se volvieron trémulos y las manos le sudaban. Estaba con esa sensación dual: el miedo por no usar su arma, “su secreto” y la apacibilidad extraordinaria de ese ser que le hacía desistir de su vicio . . . casi podía asegurar que él sería el primero en el que no podría entrar, además, le gustaba tanto que no quería dañarlo ni hacer trampa en conocerle . . . usaría su arma segunda: su belleza física capaz de enloquecer a cualquiera.


- Buena noche, ¿puedo ayudarle en algo, señorita?- dijo el caballero, rompiendo el silencio del ambiente. (¡Él había hablado! y su voz era similar a su faz . . . ).


Entonces el niño dejó el telescopio y volteó también para ver de quién se trataba.


- Ehhh , no, no lo creo (respondió intentando ocultar su nerviosismo mientras jugaba con sus dedos manteniendo las manos detrás de la espalda) . . . no podía dormir y . . . creí que estaría sola en cubierta . . . (su voz tembló al final).

- Mmmm, así que necesita tiempo para estar sola . . . quizá para meditar - preguntó el varón amablemente mientras la observaba de forma dubitativa.

- No, no . . . no quise decir eso . . . es que (ni sabía qué responder) . . . como creí que todos dormían me atreví a salir con el camisón ( en ese momento sintió que respuesta más torpe no pudo ocurrírsele) . . . y creo no es tan propio presentarme así ante un caballero.


Cómo iba a decirle que se encontraba ahí por mera casualidad al no poder sacarlo de su mente y ahora que lo tenía enfrente no lo dejaría escapar.


- Descuide señorita, no se preocupe por eso . . . además es muy linda su prenda ( y sonrió dulcemente, pero su mirada no cambió).


Vino por un momento el silencio, sólo se escuchaba otra vez el sonido del mar y el viento, el cual hacía volar los cabellos del joven a manera de capa surrealista pues no llevaba la cintilla mate. Él hablaba poco, pero parecía que en su mente formulaba rápidas preguntas y conclusiones que luego se replanteaba. La chica y el caballero se quedaron viendo fijamente: él la miraba extrañado buscando la verdadera intención; la dama, extasiada y apenada (la paz de él se había apoderado de ella ahora) . . . el niño sólo veía al caballero con gesto de no captar lo que estaba sucediendo.


- Creo mejor me retiro, espero no haberles interrumpido - dijo la chica con la mente vacía de idea alguna y voz temblorosa.

- De ninguna manera nos ha interrumpido, si gusta puede quedarse a contemplar las estrellas con nosotros . . . ¿o tú qué opinas Kiki? – se dirigió al niño.

- Pues si ella lo desea, será bienvenida. – respondió el niño.


Lo cierto era que el joven caballero no había creído en la excusa, la sentía superflua; él presentía que había algo más , pero no sabía qué . . . ¿se sentía sola acaso y buscaba compañía? . . . quién sabe . . . ¿por qué le miraba de esa forma, tan persistente y complacida?, ¿sería que . . .? , no , no podía ser eso . . . decidió permitir prosiguiera la trama . . . no creía que una mujer de esa clase fuera de manera alguna peligrosa, no sentía peligro en la energía que emanaba de ella . . . la chica sólo tenía miedo.


- ¿Son astrónomos aficionados?, alcancé a escuchar hablaban de estrellas - preguntó ella mientras pasaba su mano por encima del complejo telescopio contoneándose como las chicas que exhiben los automóviles deportivos nuevos.

- No señorita, estamos repasando mis lecciones de Astronomía . . . mañana creo será Historia – contestó el niño mientras veía con complicidad al caballero.


Sabía que no era bueno mentir . . . pero en ocasiones es mejor decir la verdad ocultando ciertos detalles . . . no era conveniente que ella supiera lo que en realidad estaba pasando, un secreto milenario no debía ser revelado a un ser humano, a un no lemuriano. La dama sonrió al niño, quien a lo mucho tendría 8 ó 9 años, y le acarició la cabeza alborotándole el cabello . Eso no le agradó mucho al chiquillo, el caballero continuó viéndola en silencio.


- Bueno, ya que estaremos los tres juntos esta noche, creo debemos presentarnos . . . dijo el caballero con solemnidad.

- Cierto . . . – interrumpió ella – . . . lo lamento, espero no me tomen por una maleducada. Mi nombre es Yuichi ( y puso ese gesto de “lolita” que tan bien le quedaba).

- Es un placer conocerle – le tendió la mano el caballero para saludarla, saludo que fue correspondido – él es Kiki.


El niño simplemente le sonrió


- Y mi nombre es Mu – esto último lo dijo en un tono que a ella le pareció seductor.


Yuichi casi se desvanecía al escuchar el nombre del joven que atormentaba su mente . . . “Mu . . .” , pensaba, “es un nombre extraño, pero interesante . . . corto, y sin embargo directo”. Nuevamente sintió cierta desesperación, quería abrazarlo con fuerza y mirar en su interior para saber de una buena vez por todas qué era aquello que la martirizaba y encantaba a la par. ¿Qué clase de hechicero malvado era él y la tenía bajo su poder?, ¿cómo liberarse del encantamiento?, ¿por qué estaba su imagen sobre de ella como un fantasma? . . . ¿por qué junto a él se desvanecía su miedo poco a poco y le motivaba a mostrase cual era?.

El resto de la madrugada pasaron hablando de sus lugares de origen, el motivo del viaje (Yuichi viajaba sola planeando unas vacaciones de ensueño, nada novedoso para el caballero; Mu se dirigía a esa nación para enseñarle historia, religión antigua y algunas técnicas de alquimia egipcias a Kiki, que le servirían de enseñanza base para posteriores conocimientos más complejos y útiles que debía saber como último descendiente de los lemurianos – esto último no se lo dijo a ella – . . . pero los hechos del pasado no los aprendería en el Egipto turístico, sino en el real, el que estaba aun bajo las arenas del desierto ). También tocaron temas cotidianos (primer nivel de la comunicación) para romper las barreras existentes, amenizaban la charla con experiencias graciosas . . . platicaron de lo que se antojaba al instante. Por momentos contemplaron las estrellas, la Luna y planetas visibles siendo enseñados ambos por Mu, aunque de una forma diferente, clásica, no como instruía a Kiki, no a la profundidad y con los misticismos relacionados a los que el niño estaba acostumbrado . . . a pesar de todo y del escaso tiempo de conocerse, había una sensación singular entre ambos: una mezcla de absoluta sinceridad y el resguardo de un secreto muy preciado tanto por parte de él como de ella.

Para Yuichi ellos eran seres un tanto extraños, de hecho, muchos términos empleados entre ellos no los entendía . . . parecían tener un lenguaje propio, pero no se dio cuenta del por qué, su mente estaba tan llena de Mu (o de un fragmento de él) que no captaba otra cosa que no fuera el joven; no daba crédito al tiempo, ni a lo que sucedía alrededor, no pudo ver más allá de ese misterio aparentemente ligado a la personalidad, estaba ciega por sus fantasías, ni siquiera prestó atención a esos puntos que marcaban tanto la frente del niño como la de él . . . si los hubiese visto sabría que realmente no eran comunes; quiero pensar que la luz de la Luna no fue tan generosa como para advertir este detalle . . . o que no pensó que existieran personas de otra raza, ya extinta, que se confundieran entre los humanos.

Prestaba cuidado a otros asuntos: se percató de la paciencia que Mu le tenía a Kiki, la forma tan bondadosa en la que lo corregía y en que el profundo cariño que le tenía se sentía a distancia . . . había un lazo de comunión entre ellos . ¿Podrían ser padre e hijo . . . y aun así, amigos? ; la idea era tierna, pero si el niño era su hijo, quizá Mu estaba casado o tenía una pareja . . . esto era lo que ella pensaba. Yuichi era víctima de sus ideas: lo que al principio le pareció tierno ahora le desanimaba para realizar lo que su corazón le estaba implorando: conocer y acercarse más a Mu . . . era él de esa gente maravillosa que atrae aun sin decir mucho, su esencia hablaba por sí sola.

Cada persona tiene su forma peculiar de percibir el mundo, Yuichi lo hacía a través de lo que sentía (su instinto, su intuición, la energía que emana de la gente), a veces se metía en los sueños ajenos cual “viaje astral” para ver las acciones pasadas, las intenciones, la forma de ser . . . no podía leer la mente, sólo avistaba imágenes de actos realizados, como vídeos del pasado; poco caso hacía a lo que veía en cuanto apariencias, contaban las acciones del presente pero las palabras también hablaban del contenido del alma; se sabía gran admiradora de la belleza en todas sus dimensiones, pero la hermosura física por sí sola no la hacía sentirse atraída por alguien, era necesario sentir su energía y ver a través de los ojos . . . la mirada era fundamental para la respaldar la veracidad de las cosas, sabía asomarse en el interior de las personas aun sin “su secreto”.

Eran casi las 4:00 de la mañana, Mu comenzó a desarmar el telescopio y procedió a guardarlo en un maletín sólido de apariencia costosa . . . Yuichi le observaba embelesada: sus manos hábiles desmantelaban el aparato aquel con cierta elegancia, rápido pero sin prisa alguna . . . manos bien cuidadas, largas, preciosas . . . ¿qué clase de belleza irracional poseían sus padres para haber engendrado ser tan hermoso?, ¿sólo poseía buena apariencia?, ¿cómo era la persona secreta del corazón?. . . quería imaginarlo como un ser virtuoso, con el alma pura, sin maldad . . . porque eso ella sentía. Yuichi le seguía contemplando cual prodigiosa obra de arte, excelsa.


- Ya es tarde, señorita Yuichi, le sugiero vaya a descansar un poco . . . si desea podemos reunirnos en otra ocasión. – habló Mu , mientras Kiki bostezaba y estiraba los brazos hacia arriba desperezándose.


Para Mu la invitación era la continuación de una especie de experimento para conocer más sobre la conducta humana y sobre esa atmósfera de misterio que envolvía sutilmente a la chica; para Yuichi se traducía en el inicio de un sueño.


- Ah cierto, no me percaté del tiempo con velada tan maravillosa . . . Ustedes dos también deben descansar – respondió Yuichi con tono dulce.


Entonces se encaminaron hacia los camarotes. Mientras se dirigían allá :


- Se ve que quiere mucho a su hijo, eso es hermoso - dijo Yuichi en tono de “inocencia”.

- No es mi hijo – dijo tranquilamente Mu –. . . pero le quiero como si lo fuera (y abrazó a Kiki). Es mi discípulo, mi deber es cultivar su alma, su espíritu, su ingenio, guiarle por un buen camino. Debo también transmitirle todo lo que me enseñó mi Maestro, lo que yo sé y todavía más . . . por si algún día yo faltara.


La respuesta era un tanto oscura para Yuichi, ¿qué quería decir con eso de si él “faltara”? , ¿tenía alguna enfermedad grave, crónica o terminal? . . . a sus ojos se veía muy saludable.


- Y su esposa . . .

- No soy casado – interrumpió Mu , mientras sonreía pícaramente y miraba a Yuichi como queriendo decirle “¿qué pretendes?”.


Silencio nuevamente.


- ¿Por qué dice debe enseñarle todo “por si acaso faltara”? – inquirió Yuichi.

- Mucha gente muere todos los días (suspiró Mu), no tenemos la vida asegurada . . . puedo estar en esta Tierra hoy y mañana no . . . no existe un destino escrito y la suerte no está en las estrellas. Lo mejor que le puedo dar a Kiki es conocimiento, todo el que pudiera necesitar, eso le ayudará a forjarse un camino y poseer una vida honrada.

- Mmm . . . es cierto – concluyó Yuichi en voz baja sonriendo , celebraba en su interior la soltería de Mu, su honestidad y la sabiduría que reflejaba . . . de verdad era más placentero no “examinar” a la gente, el escucharlo por uno mismo era más agradable y llenaba de esperanzas, por algo la vieja escuela seguía vigente.


Llegaron primero a la habitación de Yuichi, se despidieron en la puerta y Mu siguió su camino junto con Kiki avanzando por el largo pasillo decorado. Yuichi lo veía otra vez desaparecer . . . hubiera querido despedirse de él con un profundo beso en los labios mientras le abrazaba por el cuello, deseó profundamente esa boca que la invitaba a ser sentida, suavemente mordida, explorada: el preámbulo para dar rienda suelta a sus fantasías . . . ¡¿pero qué estaba pensando?!, apenas si le conocía . . . no sabía gran cosa de él, permanecía en el misterio . . . y así permanecería porque esa noche no encontró “la llave para entrar” (su forma de hacer trampa). Una velada le bastó para sentir un ambiente de confianza al lado de Mu, era poético, casi juraba había convivido con él por años . . . se había asomado en el alma del caballero (sin trucos), esas conversaciones sencillas reflejaron su ser . . . eso comenzó a gustarle a Yuichi, empezó a enamorarse de un extraño.

El chico desconocido . . . sólo sabía su nombre y otros datos irrelevantes, ni siquiera su apellido o su profesión, ¿cómo pudo olvidarlo? bueno, ella tampoco le había revelado mucho . . . necesitaba más de él . . . parecía hermético, tierno y cariñoso a la vez . . . ¿quién inventó el ser reservado? . . . en su mente crecía una nueva y fugaz imagen: un seductor profesional que la raptara y la hiciera suya . . . le excitaba pensar en él de esa forma.

Cerró la puerta de su camarote, se recargó un rato tras ella echando hacia atrás la cabeza y dejó salir un suspiro que no era de satisfacción ni de amor . “Mu” dijo para sí misma apagadamente. Se retiró de la puerta y apagó la luz; la cama no se le hizo apetecible así que se sentó en el diván próximo . . . casi amanecía.

Sentada, se llevó la mano izquierda a la cara, como si algo le preocupara, ¿cuándo perdió el control?; ella era la seductora, no la seducida, la cazadora y no la presa, sintió herido el orgullo que había cultivado con amores de antaño, ¿qué lo hacía tan especial? . . . levantó un poco el rostro intentando adivinar las formas del techo , la posición era incómoda y decidió acostarse. Su mano se deslizó por su cuello largo y delicado . . . siguió bajando hasta llegar a sus senos, aun llevaba puesta la prenda de satín. Mu había dicho que era “linda”, ¿le había gustado la prenda o ella?, ¿le gustó ver las generosas formas ceñidas por la tela? o fue un simple comentario para hacerla sentir “menos mal”. . . de verdad esperaba haberle gustado, ella siempre gustaba a los hombres . . . pero ahora tenía miedo de no haberlo logrado con Mu: él definitivamente no era ordinario. Así que estaba partiendo de cero para llegar al caballero.

Acostada recreó en su imaginación, a su gusto, esa noche: se acercaba a Mu y él la abrazaba fuertemente, sentía sus brazos rodeándole el cuerpo y su mirada en los ojos, tenía un gesto malicioso, travieso; la besaba con pasión en los labios y en el cuello . . . ( una mano era insuficiente, subió lentamente la derecha para acariciar sus grandes senos con ambas manos imaginando eran las de Mu, pensar en él hizo que sus pezones se endurecieran y fueran evidentes por encima de la tela) ahora el caballero pasaba sus manos por el cuerpo de ella, acariciando sus formas con firmeza y cierto toque de lascivia; sus manos aplastaban suavemente sus pechos, los masajeaba, la seguía besando . . . (luego bajó su mano derecha hasta su vientre plano mientras la otra seguía más arriba, regocijándose en las pequeñas esferas llenas regalos sensoriales al ser tocadas) él bajaba su mano hasta su vientre, lo frotaba delicadamente, se inclinó ante ella y lo besaba sobre el camisón mientras seguía viéndola a los ojos . . . (su mano continuaba el camino, se encontró con su cadera redonda y firme , aquella que la hizo dueña de múltiples miradas masculinas al caminar , pero ese no era el destino) Mu, aun hincado, abrazaba sus caderas pegando su cabeza al vientre de ella . . . ( siguió bajando, deslizó su mano por debajo del camisón y sintió sus muslos lisos y bien torneados) ahora ella se acostaba lentamente en el piso, sobre la cubierta del barco, en ese lugar donde estaban viendo las estrellas y platicaron largamente; lo miraba sugerentemente y él se aproximó, se sentó a horcajadas sobre ella y acariciaba su cuerpo por encima de la tela, él comenzó a subir el camisón poco a poco y pronto se deshizo de su prenda íntima, ya le acariciaba la entrepierna . . . (su imaginación trabajaba deprisa) él se acostaba sobre ella . . . (abrió un poco las piernas: se estaba entregando al joven de cabellos lila) ella estaba fuera de sí al estar siendo ocupada, invadida por él, el caballero parecía estar casi en trance. . . todo esto imaginaba Yuichi mientras acariciaba su cuerpo, pronto su mano encontró aquel sitio que ya estaba húmedo y que exigía ser ocupado de verdad, pero por el caballero con el que fantaseaba . . . sus dedos hacían un trabajo delicado y preciso sobre sus zonas más sensibles, la estimulación pronto fue ganando velocidad y presión, uno de sus dedos entraba y salía placenteramente de su cavidad más íntima, lubricada, que se contraía a voluntad . . . su respiración se agitaba cada vez más y en ocasiones gemía entrecortadamente, comenzaba a sudar , se clavaba suavemente las uñas de la mano izquierda en un pezón . . . iba ya a llegar al clímax . . . y entonces se detuvo . . . no quería hacerlo estando sola . . . en su mente cesó la música árabe y se extinguieron los cientos de velas encendidas que acompañaba sus fantasías; en eso un rayo de luz solar entró por la ventana y acarició su cara, una lágrima rodó por su mejilla . . . ojalá esa caricia del Sol hubiera sido un beso tierno de Mu, pensó. Sacó la mano debajo de su camisón y se acomodó sobre su costado.¿Cuándo comenzó a desear estar con él?, ¿por qué?, ¿cuál era el motivo de sentirse perdidamente atraída por él?. Otra lágrima corrió por su rostro y se encogió en posición fetal abrazando sus piernas.

Gimoteó unos instantes en silencio dejando salir muy contadas lágrimas, la llama estaba encendida, la llama de su pasión. “¿Por qué él?, ¿por qué ahora?”, se preguntó , luego formuló nuevamente las mismas preguntas protestándolas.

Se levantó del diván para ducharse, luego se puso un vaporoso vestido color crema, con vuelos transparentes . . . era casi virginal . . . se recogió el cabello en un moño ligera y estudiadamente desordenado, algunos mechones caían por su hombro y coloreó sus labios con un discreto lipstick caramelo. Su imagen final era muy similar al de las vírgenes dolorosas de los cuadros de las iglesias europeas . . . pero ella lucía una sonrisa espléndida y calurosa , a pesar de la intrigante situación que atravesaba , que la embellecía más que sus pendientes de pedrería transparente a juego con la pulserita fina de su muñeca. Se había propuesto seguir en su papel de cazadora y fingir ser la presa . . . ¿así funcionaban las cosas, no?.

Tomaba su bolsita de mano cuando entró , tras haber avisado, la camarera.


- Buenos días señorita, espero su estancia en nuestro barco esté siéndole agradable.

- Sí , gracias . . . dijo parcamente Yuichi

- Pronto llegaremos al puerto, esta noche será la fiesta de gala para celebrar hemos concluido el viaje. Espero pueda asistir.

- Yo también lo espero, muchas gracias por el aviso.


Yuichi pensó por un momento en sobornar a la camarera y preguntar sobre el señor Mu . . . pero le pareció vulgar. Necesitaba saber de él, pero lo averiguaría por ella misma. Salió del camarote y la mucama se quedó ordenando la habitación. Se dirigió entonces al restaurante del barco.

Al llegar, vaya sorpresa al ver en una mesa a Mu, sin el niño; planeaba seguirle por todo el barco a escondidas, espiarle llenando sus ojos de él, pero después del desayuno . . . no estaba preparada para hallarlo ahí, no ahora, no en ese momento . . . mucho menos a tan poco tiempo de su lúbrica fantasía . . . pues ¿cómo verle a la cara sin recordar cada detalle de lo vivido en su alcoba?, ¿cómo no ruborizarse o titubear al querer dar una respuesta?. Él estaba sentado justo al lado de un enorme acuario en uno de los extremos de la sala, casi a obscuras pues muy lejos le quedaba el ventanal y el acuario era lo único luminoso en ese sitio, casi lleno se encontraba el lugar . . . se escuchaba el típico murmullo mezclado a causa de las diferentes conversaciones incomprensibles que flotan en el ambiente, el ruido de los cubiertos, las risas de las mujeres. Aun así Mu se veía muy concentrado leyendo o mirando algo en la pantalla de su computadora portátil mientras escuchaba una agradable música en volumen bajo, a ratos bebía de un tazoncito algo que parecía un té. La luz tenue del acuario se proyectaba sobre su rostro al igual que la luz de la pantalla de su lap top dándole un aire místico, casi angélico, sublime e irreal. Estaba absorto en lo que hacía, se escuchaba su teclear rápido mientras escribía algo.

Yuichi quiso disimular sus intenciones sentándose en una mesa aparte frente a él (la única vacía en el momento) , esperando la reconociera y le hiciera compañía . . . pero no sucedió así, pasaron varios minutos . . . nada pasaba . . . Mu seguía en su computadora, tecleaba un rato, seguía leyendo . . . otro sorbo a su té. Decidió entonces acercarse ella .


- ¿Puedo sentarme en este lugar, señor? –dijo Yuichi con un tono de voz un tanto sensual (quería esconder el miedo que sentía al “jugar limpio”, sin trucos).


Mu levantó la cabeza y la reconoció . . . la observó de forma detenida, moderadamente sorprendido por lo bella que se veía y su rostro inocente, casi angelical . . . a diferencia de la mujer tigresa que se le presentó la noche anterior.


- ¡Señorita Yuichi!, qué sorpresa tan agradable. Tome asiento por favor..


Y como buen caballero que era, le acomodó la silla.


- No había otra mesa disponible . . . y pensé en hacerle compañía, espero no ser inoportuna – y sonrió Yuichi de manera casi infantil, esas sonrisas que desarman a cualquiera.


Era una chica afortunada, casi al levantarse del lugar que abandonó, el sitio fue ocupado por una familia . . . así que cuando Mu la vio, ya no había alguna mesa libre. Ambos estaban sentados ahora en la misma mesa frente a frente. Mu la observaba de un modo discreto con la cabeza ladeada ligeramente, como buscando una respuesta o un motivo para continuar viéndola de esa manera . . . entonces cerró su computadora portátil sin apagar la música, sólo disminuyó un poco más el volumen.


- Estaba escuchando a Jarré, ¿verdad?. – preguntó ella

- Así es, supongo le conoce. – dijo Mu con gesto interesado.

- Es uno de mis músicos favoritos. – respondió ella con gran naturalidad.


Y con este breve inicio prosiguieron hablando de la música y sus diferentes géneros, que si Jarré inició el género espacial, sus seguidores y sucesores . . . incluso hicieron un viaje a los orígenes de la música como tal ; ambos dominaban el tema y resultaba animador entablar una charla con alguien “al nivel” compartiendo diferentes puntos de vista.

Instantes después llegó un mesero, le dio la carta a la chica y esperó la orden. Mu continuaba observándola, parecía ella no se daba cuenta de eso, le contemplaba mientras recordaba.

Hacían ya cinco días desde que la notó por vez primera, estaba sentada en una salita común estilo Luis XV que había al final de un pasillo en el barco; la luz era tenue e indirecta y tornaba el lugar en un sitio antiguo, con tonos y matices sepia - canela; ella leía un libro con particular interés, no pudo ver el título porque estaba oculto por sus manos delicadamente abrazadas por unos guantes de encaje blanco transparente, llevaba un recatado vestido igualmente blanco, lucía encantadora . . . como una aristócrata francesa de antaño; la misma Saori hubiera querido tener tan buen gusto y ser tan bella como esa chica, si la viera quizá hubiese rabiado de celos.

Se sentó en un sillón cercano donde la podía ver de frente, por ratos, pues consultaba las últimas noticias del Santuario en su computadora portátil . . . ésta era quizá la única buena idea que había tenido la diosa, con tanto tiempo libre podía informar virtualmente lo que sucedía, los caballeros podían mantenerse en contacto comunicándose los “asuntos importantes” y alertarse si se encontraban fuera del santuario o si se avecinaba un peligro (aunque jamás les dio el equipo para eso, cada quien tenía que comprar el suyo); de cualquier forma esto le permitía dedicar más tiempo a Kiki, pues no tenía que estar todo el día enclaustrado en su templo en Grecia, podía llegar en cualquier momento, cuando él quisiera . . . aunque lamentaba que otros caballeros no poseyeran sus habilidades para poder ser un poco más libres.

Él -desde hace algún tiempo- quería viajar cómodamente un rato, como gente “normal” , sin teletransportarse: eso le quitaba mucho del encanto a cualquier viaje . . . además ir en barco sería buena lección de paciencia para su joven discípulo . . . hacía mucho que no estaba en altamar, habitualmente lo único que podía ver eran las costas griegas desde su templo al tener que estar pendiente. . . de verdad disfrutaba el viaje en el barco: el Santuario estaba en paz, los caballeros se encontraban bien, Saori no estaba siendo raptada . . . todo era tranquilidad.

Kiki jugaba con algunos niños que acompañaban en el viaje a sus familias, las travesuras eran su especialidad, sin embargo, bien sabía sería reprendido si su conducta era reprochable. Mu lo dejaba libre, confiaba en el buen juicio y comportamiento del niño, aun así estaba pendiente de él (bendita telepatía) . . . los humanos normales rara vez son o representan una amenaza real.

Y pues, ahí estaba, en la salita contemplando a la bella mujer. Sus cabellos ondulados brillantes eran de un raro color, blanco, como la espuma marina, bien cuidados, largos hasta media espalda. Esa tarde ella portaba un broche de brillantes en el cabello, sujetando un poco de la mitad izquierda para despejar su rostro. Tenía la piel clara, fresca y lozana, lisa como una perla. Sus cejas angulosas y blancas, bien delineadas, de espesor natural, le daban un aire más bien delicado al resto de su rostro sin llegar a ser infantil, su nariz era respingada y pequeña pero no tan fina como la de él. Por la mirada baja debido a la lectura no vio el color de sus ojos . . . pero no importaba, en ese momento lo único que resaltaba en aquel níveo ser era una boca sensual, bien delineada, de color cereza. Su aspecto era decidido pero sereno, un poco melancólico y retraído, portadora de un exquisito silencio digno de los ángeles.

Había visto muchas mujeres, en el Santuario, en sus viajes pasados, en la calle, en este barco . . . pero ella era llamativa, tenía algo en particular, un misterio bien escondido. Existía algo en su energía que le hacía recordar a la niña tibetana que amó hasta la locura años atrás . . . quizá era una coincidencia ese sentir, quizá aun amaba secretamente a la niña tibetana. Otras habían sido simples atracciones que las horas consumieron, no pasaron de ahí. Recordaba un par de noches eventuales que pasó al filo del lecho de una joven rusa pelirroja y al final se dieron cuenta eso no funcionaría, su pasión se esfumó el mismo día que sus cuerpos desnudos se conocieron, aún sin explorarse, antes de disfrutar de los placeres que cada uno ofrecía. En un descuido de él al seguir leyendo en la pantalla, ella se retiró de la salita y no volvió a verla sino hasta el día siguiente, de lejos, ella no se percataba de su presencia.

Conforme pasaban los días se dio cuenta era casi todo un personaje, sus prendas de vestir la hacían distinguirse de entre la multitud . . . parecía fuera de época, con un tinte entre victoriano y gótico, fantasioso en ocasiones, siempre en colores claros: la Europa antigua parecía cernirse toda sobre ella. A veces llevaba provocadores escotes , otras veces dejaba sus hombros al descubierto, pero siempre iba vestida de largo. Las telas finas de su ropa parecían gozar el cubrir su cuerpo bien formado . . . la naturaleza había sido generosa con ella; ni siquiera las amazonas de Atenea tenían tan bellas curvas, ni las coquetas bañistas de las costas griegas.

Una ocasión la vio defenderse propiamente de un joven que le hacía la corte de una forma irritante y que al final trató de forzarla, no obstante, su apariencia frágil era recompensada con la firmeza de sus palabras y acciones. En otra ocasión escuchó por casualidad la “conversación” que sostenía con unas mujeres (damas de sociedad): le criticaban ferozmente su apariencia al tiempo que se burlaban del libro que ella leía; las razones que les dio y la fortaleza al defender sus ideas le dejaron impactado . . . nunca perdió los estribos, y les supo responder con la misma sutileza con la que en un principio la atacaron, con ese cinismo que las mujeres “educadas y de clase” suelen hablar . . . no se permitía ser pisoteada por nadie.

Supo también cuánto le gustaba ir a popa después de la comida para mirar el mar . . . pero nunca se le acercó para charlar con ella (oh tímido Señor Amor), le intrigaba mas parecía demasiado distante, con un mundo propio. Viajaba sola y muchas veces, mientras caminaba hacia algún sitio solía entonar una cancioncita en voz baja . . . una pena pues era dueña de una preciosa voz melodiosa y afinada.

El día sexto del viaje la vio otra vez en la popa leyendo meditabunda de un libro viejo, estuvo parado detrás de ella un buen rato, pero ni siquiera sintió su presencia . . . así que mejor se marchó, pensó no estaba interesada en charlar, ella tenía los ojos cerrados y él perdía su tiempo. Normalmente la encontraba por casualidad, no se daba el lujo de buscarla teniendo a Kiki a su lado.

La noche en que ella se presentó era toda una visión de una diva sensual, una tigresa sedienta de acciones candentes y secretas . . . lo perturbó . . . y lo único que pudo decirle fue que “su prenda era linda” . . . intentaba decirle lo provocadora que le resultaba, pero no podía ser descortés, no deseaba ser echado como lo hizo con aquel galante varón. Su invitación a quedarse era para saber qué había en ella, necesitaba analizar a ese “personaje” tal como solía hacerlo con toda la gente con la que se relacionaba. La acompañó a su camarote deseando el camino hacia este fuera más largo para nunca llegar y seguir hablando con ella bajo las estrellas . . . cuánto quiso de verdad hablarle de poesía al oído, conocía muchos versos y ahora varios cobraban sentido en su mente, bien pudieran ser dedicados a ella.

Ahora estaba con ella, frente a frente compartiendo la misma mesa por la mañana, estaba transformada en una princesa elfa con ese vestido de color crema, ahora sabía de sus ojos rosa carmín y que, efectivamente había algo diferente en ellos que era un secreto, un misterio.

El desayuno se tornó ameno con una charla agradable, se conocían más a cada instante, sobre todo sus gustos personales; ambos compartían el amor por la lectura y el olor de los libros viejos, ancestrales ; su pacifismo era evidente; la chica llevaba el corazón en la piel al igual que Mu, pero él era más racional; ambos se mostraban como seres cultos pero ella tenía un toque de cierta frivolidad que resultaba mas bien enternecedor. Yuichi estaba apasionada por el pasado, las tierras lejanas, los lugares míticos y los continentes desaparecidos (Mu pertenecía a un lugar que yacía bajo el mar), respetaban todas las formas de vida, ambos eran unos románticos empedernidos. . . tantos gustos compartidos y tantas diferencias los tornaban como seres de ensueño: cada quien en su mundo, en su eje . . . eran dos astros que cruzaban sus órbitas sin chocar . . . con senderos paralelos. Durante el desayuno ambos comenzaron a coquetearse sutilmente y se correspondían mutuamente . . . se dejaban llevar por sus emociones, por su repentino identificarse el uno con el otro, por la “química” entre ambos . . .había un toque de picardía e inocencia en ellos, dos almas reflejadas en espejo con un precioso antagonismo a la vez . . . además de la sencillez de Mu y la extravagancia de Yuichi.

De pronto algo sucedió: Mu tuvo que dejar a Yuichi, pues debía buscar a Kiki . . . el tiempo pasó y hasta se olvidó de él al conversar con la chica de ojos rosa; era algo inédito: la primera vez que se olvidaba de Kiki , por una conversación, por una mujer. Mu se despidió de ella y se levantó de la mesa despidiéndose cortésmente sin decirle la verdadera razón.


- ¡Espera, Mu! (para este momento ya se hablaban con familiaridad) . . . esta noche es la fiesta por llegar al puerto, espero lo hayas sabido con anticipación y . . . me gustaría que . . . fueras mi compañero. – al fin dijo ella intentando ocultar al máximo posible su temor, por vez primera, a ser rechazada.

- ¿ En serio?, entonces ahí estaré – respondió Mu mientras le guiñaba sensualmente un ojo, acto seguido dio media vuelta y se retiró.


Yuichi sentía desmoronarse como un reloj de arena por la emoción sentida ante el inesperado gesto de Mu y, por si fuera poco, había aceptado su invitación. Pero hay que aclarar algo: él pensaba invitarla a la fiesta enviándole un elegante ramo de flores a su camarote junto con una delicada tarjeta en la que le mencionara su deseo lo acompañase . . . sin embargo, ella se había adelantado; quizá era mejor de esta manera pues la asistencia de ambos estaba asegurada.

Mu llegó a donde Kiki, se encontraba en la alcoba . . . distrayéndose al botar una pelota de goma sobre la pared mientras estaba sentado en una de las camas. En su cara había un gesto de disgusto contenido . . . se veía serio.


- Kiki, ¿por qué estás aquí solo?. . . puedes ir a jugar con tus nuevos amigos si gustas. – dijo Mu aliviado de verlo.

- Ya lo hice – contestó indiferente Kiki, sin voltear a ver a su maestro.

- ¿Has desayunado algo? – preguntó Mu.

- Sí – dijo el niño, aun sin voltear a verlo.

- ¿De verdad?, no comenzarás a saltarte comidas nuevamente ¿o sí?.


Mu intuía que algo no andaba bien con el muchacho, suponía la razón, pero quería estar seguro.


- Es verdad. Pedí me trajeran el desayuno aquí. Si no me cree pregunte a quienes nos atienden regularmente – contestó Kiki con tono de fastidio.

- Te creo, siempre he confiado en ti, pero por un momento me preocupé tuvieras nuevamente ese mal hábito, mas veo que no es así. Por cierto ¿avanzaste la tarea que te he dejado?.

- Ya la hice, maestro, está completa.

- Entonces, ¿puedo revisarla?.

- Sí, cuando guste.


A ese ritmo no avanzaría mucho, era mejor abordarlo directamente.


- Kiki, ¿por qué me contestas de esa forma?, ¿acaso estás molesto?.

- Sí.

- ¿Con quién?

- Con usted.

- ¿Puedo saber la razón?


Kiki lo miró a los ojos, la pelota no fue recibida y cayó al piso . . . botó varias veces antes que dejara de sonar.


- Prometió me enseñaría a armar una cometa para elevarla tan pronto me despertara . . . y no lo hizo.

- Lo siento Kiki, lo olvidé. No sucederá de nuevo. – se disculpó sinceramente Mu.


Bien sabía él que eso no constituía motivo suficiente para que el niño se indignara de esa forma.


- Yo creo que sí sucederá de nuevo. – agregó Kiki con seguridad en su tono de voz.

- ¿ Por qué lo afirmas?, no te había fallado antes, esta es la primera vez que pasa. Te he dicho que lo siento, ¿esperas algo más?, dime por favor cómo lo puedo solucionar. – le dijo Mu en su distintivo tono apacible aun sus disculpas sinceras.

- Maestro, no espero nada más; sólo sé que habrá muchas veces en que olvidará estar conmigo. – dijo con tristeza.

- Si te sentías desde un inicio tan molesto ¿por qué no me buscaste y me lo dijiste?. ¿Te acuerdas que pactamos decir lo que nos molestaba para no volver a hacerlo? – Mu sentía apesadumbrado el corazón por el desconsuelo de Kiki, la respuesta que venía ya la esperaba.

- Recuerdo el pacto. Fui a buscarle y lo encontré en el restaurante . . . pero no estaba solo; no quise interrumpirle pues pude ver la manera con la que miraba a la mujer de cabellos blancos y cómo ambos se tomaban la mano por debajo de la mesa. – reveló el niño mientras mantenía la cabeza baja con la vista en el piso.


Mu no supo qué decirle, era evidente que Kiki se percataba de todo detalle . . . en el fondo se sentía feliz de haber logrado que fuera observador, pero también sentía pesar por el comportamiento del niño.


- ¿La ama, señor Mu? – preguntó con un dejo de melancolía mirando al rostro del caballero.

- No, aun no. Para el amor se requiere tiempo . . . algo de tiempo. – Dijo Mu mientras miraba al infinito, como recordando algo o alguien.

- Pero es bonita – aseguró el niño

- Sí, así es; yo diría hermosa, mas para el amor no sólo basta la belleza física, ésta ha de emanar auténticamente del alma, de lo más profundo del ser; requiere exista confianza y hasta casi un poco de fe mutuos . . . conocer más profundamente al otro partiendo de que uno sabe quién es en el interior antes de intentar brindarse; implica un compromiso contigo y con la otra persona, poseer intereses comunes, forjarse proyectos, tener un pacto juntos, desear evolucionar y crecer tanto por tu bien y por el del ser amado, aun el aceptar los defectos y virtudes que componen a cada una de las partes; no es querer dominar o poseer a alguien más, es compartir, respetar, dar y recibir . . . el amor tiene tantos elementos que se torna complejo describirlo pero deriva en algo sencillo y realizable si luchas y trabajas lo suficiente y de forma igualitaria por él. . .  Pero ese no es el punto que estábamos tratando Kiki, ¿qué es lo que te molesta?, ¿qué es lo que te asusta?


Los ojos de Kiki temblaron un poco, el señor Mu se daba perfecta cuenta de sus sentimientos.


- No quiero que me deje solo, no quiero que me abandone a causa de la mujer de cabellos blancos – dijo con los ojos cristalinos por las lágrimas incipientes.


Mu se acercó a Kiki y lo abrazó acercándolo a su pecho, el niño primero se resistió pero luego lloró sintiéndose protegido .


- No te abandonaré jamás Kiki, siempre te voy a querer . . . yo cuidaré de ti hasta el momento en el que tú ya no quieras que lo haga o cuando no pueda hacerlo más. Recuerda que somos un equipo y nada ni nadie nos separará – le decía mientras le acariciaba el cabello.

- Pero luego va a quererla más a ella.

- No Kiki, el amor a una mujer es diferente al que se le tiene a un hijo . . . siempre es más poderoso el amor a un hijo. Todos necesitamos muchas clases de afecto y hay momentos en que surgen sentimientos que no podemos evitar - le dijo viéndolo tiernamente a los ojos.

- ¿Como ahora?.

- Sí, como ahora. – y le sonrío ligeramente.

- ¿Y ella me va a querer tanto como usted?.

- No te adelantes, Kiki . . . todo es a su tiempo . . . pero si te sirve de consuelo sabe bien que es fácil quererte.

- ¿ Son amigos?- dijo más sereno .

- Aun no Kiki . . . la amistad es como el amor: requiere tiempo, confianza y complicidad.

- Entonces sólo le gusta.

- Pues es una chica atractiva, tenemos ciertos puntos en común y hay algo en ella que me da gran curiosidad, algo que quiero investigar . . . de verdad que es misteriosa.


Mu siempre hablaba de una forma sencilla con Kiki, con palabras que él pudiera entender; en su sinceridad y atención se basaba la recíproca confianza y cariño . . . Kiki le sonrió otra vez y abrazó a Mu, su Maestro . . . el lazo estaba otra vez íntegro.


- ¿Aun te apetece aprender cómo armar la cometa? – invitó el joven caballero.

- ¿Me enseñará, señor Mu?.

- Por supuesto, te lo he prometido.


La tarde transcurrió entre ellos como de costumbre . . . bien pudieran ser más que amigos, había algo más poderoso entre ellos que la relación de un padre con su hijo: eran Maestro y discípulo. Las horas se les escurrían de las manos como el agua, se iba el tiempo entre juegos, lecciones, lecturas en libros y charlas profundas casi filosóficas . . . no había tema prohibido, no existía cosa sabia o mundana que se ocultara.

No obstante, la tarde era eterna para Yuichi y Mu, sobraban los segundos para encontrarse de nuevo y alimentarse de la intensidad de la presencia del ser anhelado; sentían la angustia del caer de la noche al hallarse bajo la repentina emoción del sentir eso que denominan “química” , al no poder nombrarla de otra manera, y sujetos a la fantástica atracción que pronto sintieron el uno por el otro; la curiosidad aunada a las ilusiones y esperanzas de encontrar un símil en el mundo . . . los minutos eternos se sucedían pesados . . . a veces el tiempo es injusto y se deleita echando marcha atrás ante la cara atónita de quienes desean transcurra con mayor rapidez.

Comenzaba a oscurecer, era preciso que comenzara a prepararse para la cita concordada. Entonces se aseó tomando un baño en tina; después, de uno de los armarios sacó un traje negro, sobrio, de una calidad insuperable que era abiertamente manifiesta, más bello y elegante que el clásico smoking . . . por donde se le viera se evidenciaba el buen gusto y refinamiento de Mu. La camisa, blanca clásica, impoluta, de igual calidad, decorada únicamente por unas mancuernillas finamente trabajadas en plata. La estricta gala de la fiesta era indiscutible, pero no usaba el clásico moñito negro en el cuello, en su lugar algo más distinguido: una especie de cinta negra decorada al centro con un gran rubí magistralmente tallado y engastado en un marco de plata . . . Mu parecía un príncipe, con sus cabellos lila otra vez sujetados con la cintita negra mate, seda por si alguien se preguntaba. Todo en su perfecta medida, hecho exclusivamente para él; la caída del traje era perfecta, el largo de las mangas, los zapatos sobrios . . . todo estaba perfecto, armónico.

Luego tomó un objeto pequeño y ovalado como un huevo, de apariencia extraña, tanto que hubiera pasado por una reliquia u objeto de culto en un museo, los grabados eran excepcionales, muy masculinos; tenía la forma de un zafiro muy oscuro cubierto por una enredadera de oro antiguo que le da vueltas por todos los lados y ángulos sin cubrirlo por completo. Lo abrió entonces por la parte superior retirando una pieza del objeto que parecía ser el astro solar . . . y se colocó un poco del líquido transparente que había dentro del objeto: era un perfume, aquel que atrajo a Yuichi (hecho que Mu ignoraba).

“Ni el primero en la fiesta ni el último en irse” se dijo a sí mismo. . . aun era temprano, las introducciones de los discursos sobre la alegría por llegar a puerto eran clichés baratos y mal montados, propaganda pura para la compañía naviera; así que esperó un rato en su habitación sentado en un sillón de una plaza, de estilo Victoriano . . . contemplaba cómo se obscurecía todo gradualmente en la habitación adquiriendo tonos marrón, canela . . . la luz gradualmente se iba extinguiendo creando nuevas sombras y formas.

Mientras tanto se embebía cada vez más en sus sueños amorosos, en las frases que misteriosamente brotaban en versos desde el interior . . . encontraba su deleite en recordar y repasar los ojos encantadores de Yuichi: tenían un encanto gitano . . . así era cuando de pronto reflexionó en la chica y su inesperada atracción hacia ella: iba a ser una relación imposible que de llevarse a cabo permanecería bajo las sombras de lo secreto; Atena – Saori no permitiría a una mujer dentro del Santuario, ellos como Caballeros Dorados estaban ahí para su servicio, protección y apoyo. Yuichi era una mujer no guerrera, un ser humano común en ese sentido, no poseía algún poder en especial que pudiera servir y utilizar la diosa para su provecho . . . Saori siempre estaba muy atenta a lo que le convenía y a lo que no; con su bondad a veces más que fingida decía proteger y amar a la Tierra, sin embargo, en secreto se amaba más ella misma . . . en fin, esa niña hacía lo que podía y estaban ellos para eso, para ayudarle a cumplir su misión como divinidad . . . ayudaban a la diosa, no tanto a la mujer. Otra posibilidad que cabía era que la señorita Kido la echaría del Santuario por considerarla “peligrosa” de alguna forma (ya encontraría la excusa o pretexto perfecto), tan débil sería considerada Yuichi que la representante de Atena diría pudiera ser manipulada por fuerzas extrañas que intentarían hacerle daño a ella como la diosa que era . . . o probablemente lo tomaría como una rebelión que muchos seguirían . Que seres humanos comunes, sobre todo mujeres, no pudieran entrar en el Santuario y mucho menos tener alguna relación romántica con un Dorado era una regla no escrita que Saori se tomaba muy en serio . . . quizá hasta peligraría la vida de Yuichi si la diosa pensaba se había enterado de grandes secretos develados por un Caballero de Oro. Si acaso llegaran a compartir sus vidas (él y Yuichi), desearía no mantenerla en oculta . . . pero de alguna forma Atenea se daría cuenta de ello . . . y a pesar de todo, no quería desobedecer o faltar a su lealtad como Caballero de Athenea. Por su parte, la regla lemuriana de unirse sólo a personas de su misma raza . . . ya la había desechado desde hace mucho tiempo atrás, Lemuria y sus habitantes ahora se resumían en él y Kiki . . . como fuera, la raza estaba condenada a desaparecer.

El dilema que surgía era obedecer y servir a Atenea o amar a Yuichi . . lo más prudente sería dejar de construirse palacios de arena en el aire y ser sincero consigo mismo . . . y con ella. El paso del tiempo sólo le causaría más dolor a ambos.

No sería el único . . . muchos caballeros sólo conocían el placer de una mujer gracias a las “vendedoras de amor” que había en los pueblos cercanos o en la ciudad, pero nada duradero, nada que les hiciera sentirse complementados como él comenzaba a sentirse en ese momento. Sólo unos pocos caballeros, incluyéndose él, no visitaban esa clase de “chicas públicas”.

El amor dentro del Santuario, incluso, era más que difícil; Aioria, por ejemplo, estaba perdidamente enamorado de Marin, pero su amor era más agrio que cualquier fruta sin madurar: tanto tiempo y no veía ninguna señal de que fuera correspondido . . . las Amazonas padecían de ese tremendo conflicto existencial gracias a las máscaras que debían usar por la Ley de Atenea . . . no había cosa que le pareciera más ridícula a él que el uso de esas máscaras, algo denigrante para las mujeres, pero era la ley de Atenea – alguna razón debía haber para eso, porque realmente esperaba que la hubiera – . Hasta ahora ninguna Amazona le había escogido a él, como Caballero de Aries, y él tampoco había gustado de alguna de ellas . . . muchos problemas que solucionar en su mentes, maremotos en sus almas, corazones consumidos por el odio. Las otras damas del Santuario, seres demasiado mustios y sumisos . . . no eran reto mental para nadie, su excesiva obediencia y escasa voluntad para decidir por ellas mismas eran capaces de apagar el fuego interno de cualquiera. Entre caballeros se daban situaciones alternas: él mismo había sido objeto de las tiernas insinuaciones de Shaka sin poder corresponderle, era un buen amigo simplemente . . . o de las directas declaraciones de otros compañeros; era más que conocida la condición desesperada de Afrodita: muchos habían cedido a sus encantos y él aun seguía en su búsqueda de amor. Sí, tantos amores alternos . . . tantos y eran los únicos de los que Atena no se percataba . . . o no deseaba hacerlo.

Antes no hubiese cuestionado las decisiones de Saori, algunas le parecían más inteligentes que otras, pero le era leal . . . ahora su corazón le decía en secreto malicioso que mucho no tenía sentido . . . se tambaleaba por vez primera el amor hacia Atenea . . . Yuichi venía a robar su paz mental, a llevarse su corazón, a meterse debajo de su piel . . . y él estaba aceptando complacido a ese ángel . . . no abandonaría su promesa debido a sus deseos; no se fallaría a sí mismo.

Tanto había desechado de él con gran sacrificio, muchos sufrimientos e intereses por objetos superficiales . . . pero el sentirse amado es inherente a cualquier ser . . . eso no era vano y por eso no lo eliminó de su alma como algo digno de ser anhelado. Quería seguir con ese personaje de cuento de hadas llamado Yuichi, explorar su corazón y leer su alma como un libro abierto . . . mientras más la conociera más razones tendría para querer estar a su lado . . . probablemente si pasaba más tiempo con ella se enamoraría perdidamente, como sucedió con la niña tibetana, o quizá la amaría aun más . . . y qué dicha sería ser correspondido . . . no obstante, no violaría un decreto el cual aceptó al convertirse en guerrero del Santuario.

“Tiempo, tiempo . . . vienes para bien y para mal. Contigo puedo amar, contigo mi sueños se pueden evaporar” – musitó él para sus adentros. Seguía pensando en Yuichi, cuando entró Kiki ruidosamente a la habitación ya oscura por completo y encendió la luz:


- ¡Señor Mu!, no sabía que usted estaba aquí . . . pero ¿qué hace a oscuras? .

- A estas alturas preferiría la diáfana luz de las velas soportadas en sus candelabros de plata . . . aun el olor de su cera derritiéndose – dijo Mu casi poéticamente, con gesto melancólico.

- ¿Qué dice?- preguntó Kiki con cara de no haberle entendido palabra alguna.

- Kiki, esta noche no estaré contigo, me he citado con Yuichi en la fiesta y pronto me retiraré, será mejor que te duermas temprano. Estaré contigo mañana a primera hora – avisó sereno.

- Yuichi . . . entonces así se llama ella . . . va querer estar solo toda la noche ¿verdad?. – dijo Kiki enfatizando la palabra “solo”, refiriéndose a que probablemente Mu buscaba una noche íntima con la mujer.

- No me refería a esa clase de “soledad”, necesito un poco de tiempo para estar con ella, debo confesarle algo que acabo de recordar . . . será la última noche en que la vea.

- ¡Señor Mu!, ¡por qué dice eso! . . . espero no haber sido yo la causa de tan repentina decisión. – dijo notoriamente alarmado.

- No, no te culpes. Bien sabemos tú y yo que sería imposible integrarla a nuestras vidas, he estado reflexionando en ello: los lemurianos tenemos tantos secretos que guardar casi religiosamente que tanto misterio le haría dudar de mí tarde o temprano. . . las parejas no pueden sostenerse si hay secretos muy importantes; además . . .


Y entonces procedió a comentarle parte de lo que hace unos minutos pensaba, siempre sereno y firme.


- Los otros caballeros le darían la bienvenida y la protegerían . . .

- No lo dudo Kiki, pero no es decisión nuestra, la de Atena está encima de nosotros . . . después de todo somos sus caballeros y estamos para obedecerle.- dijo Mu sin querer sonar resignado.

- ¡Pero ella tiene a Seiya a su lado!.

- No entraremos en discusiones por ese romance entre ellos. Hice una promesa al forjarme Caballero y, por mucho que me duela, no la voy a romper por una mujer . . . obedecemos las leyes de Atenea sobre todas las cosas.

- Lo lamento tanto señor Mu, comenzaba a desear su relación con la señorita Yuichi funcionase – comentó sinceramente.

- No te preocupes por mí, estaremos bien como antes . . . estaré bien . . . eso espero.


Diciendo esto se retiró sonriendo a Kiki, Se dirigía al Gran Salón del barco. Cada paso le pesaba tanto como la amargura de las palabras y verdades que había confesado a su joven discípulo; unas horas antes soñaba con la chica atemporal, reina de las hadas, y ahora iba a abandonarla, hubiera querido no reflexionar en el peso que Atena - Saori tenía en estos asuntos del corazón. Qué difícil es dejar a alguien que no te ha pertenecido aun, con tantas ilusiones en la mente y el corazón . . . después de ver ese universo en sus ojos, después de haber acariciado sus manos recíprocamente en secreto, se sentía tan feliz a su lado, ella le inyectaba alegría y novedad –aunque momentánea– a su vida . . . tantas nuevas sensaciones y sentimientos, no quería dejarlos ir, era maravilloso sentir de esa forma otra vez . . . la deseaba tanto, no su cuerpo, sino su alma . . . se imaginaba amando otra vez, como en antaño, al dejar la infancia atrás . . . amar con la misma fuerza, locura, pasión y desenfreno . . . siendo amado . . . lo recordaba bien, fue un secreto que igualmente poco duró, por las mismas razones . . . la historia se repetía otra vez, ¿para qué ilusionarse si no podía forjarse algo?, el conocerse como “sólo amigos” era algo todavía más torturante . . . ya tenía muchos amigos, pero ningún amor. Cada uno de los pasos que daba le resonaban en la cabeza.

Llegó al Gran Salón, la decoración era exquisita y barroca, derroche de presunción . . . fuentes sonoras que se enorgullecían de sus formas bien esculpidas . . . la gente celebrando, las risas casi apagadas de las mujeres “educadas y con clase”, la música del baile . . . eso era un cruel juego que revoloteaba en su mente . . . el festejo contra el funeral que había en su corazón; las flores que engalanaban los sitios estratégicos del lugar parecían ser las coronas mortuorias. Buscó a Yuichi, no la hallaba por ningún sitio. Pasó un mesero con una charola en la mano y cogió una copa con vino tinto. Contempló la copa por un rato y le dio un sorbo. ¿Cómo iba ahora disfrazada la mujer atemporal?, ¿era otra vez una princesa élfica, se había concentrado en la etapa renacentista, vendría como cortesana francesa? . . . ¿a quién interpretaría esta vez? . . . se preguntaba en su mente. Hubo un momento en que las risas cedieron un poco, levantó la vista de su copa y ahí estaba ella, entrando por la puerta principal. No era ningún ser imaginario esta vez, la magia la llevaba en la provocadora forma de caminar y moverse por el lugar entre los invitados que la seguían con la mirada . . . las discusiones de las mujeres más jóvenes con sus cónyuges o novios no se hicieron esperar a causa de las miradas lascivas que dirigían a la recién llegada, las damas mayores recordaban sus tiempos de bella juventud y las más amargadas criticaban envidiosamente todo en ella. Yuichi se sentó en un sillón azul celeste satinado que contrastaba con su vestido rojo fuego, éste último un diseño obvio y claro de Valentino; Mu la veía desde lejos (al igual que otros hombres lo hacían furtivamente): su mirada se posó en sus hombros blancos y finos resaltados aun más por el color del vestido y el corte imperio que lucía, su cuello delicado de un largo aristocrático estaba despejado por el moño de bailarina estudiadamente despeinado que ella se hizo en el cabello, ese moño era la estrategia para no vulgarizar el sugestivo vestido rojo; los ojos de Mu resbalaron por el escote pronunciado que resaltaba esas formas desafiantes de la gravedad aun sin un sujetador . . . un escote amplio interrumpido por el cinturón del vestido que enmarcaba su estrecha cintura, el vestido era largo , brillante pero sin exagerar. Pronto ella lo encontró y aun a la distancia en que se hallaban, se miraban fijamente . . . inmóviles . . . los ojos rosa tiernos e inocentes ahora eran gemas objeto del deseo. Yuichi entreabrió un poco los labios sensualmente maquillados en carmín indeleble, extendió los brazos a ambos lados del sillón y cruzó las piernas descaradamente . . . todo era sólo para los ojos de Mu; ese movimiento peligrosamente calculado evidenció que el vestido tenía una abertura frontal en todo su largo hasta la mitad de los muslos y que ella portaba unas medias negras transparentes, de esas que suelen utilizarse con liguero, pero ella no lo llevaba; se sentía segura de sus bellas piernas y sus pies calzados por zapatillas negras mate, con correita ajustable a los tobillos y tacones muy altos . . . ante tal revelación Mu dejó caer la copa de su mano, la cual se hizo añicos ante sus pies; sus ojos estaban bien abiertos y sus mejillas deliciosamente ruborizadas. Yuichi le hizo una invitación con la mirada para que se aproximase mientras con un fino ademán retiraba de su lado a sus repentinos pretendientes. Mu se acercaba y cuando estaban a poca distancia ella se levantó del sillón y caminó hacia otro lugar sin dejar de decirle a él “sígueme “ con la simple mirada y con una roja sonrisa maliciosa; por un par de minutos Mu la siguió por donde ella andaba, sonreía pícaramente también, por fin la alcanzó.



- Te atrapé- dijo juguetonamente Mu.

- Ah, ¿en serio? – respondió Yuichi en igual tono – . . . eso es lo que tú crees, yo te atrapé (y lo miró seductoramente).


Buscaron un lugar que les agradara, se quedaron a lado de un ventanal enmarcado por pesadas cortinas recorridas que permitían la entrada triunfal de la luz de la Luna. Platicaron un rato . . . Mu no encontraba el momento para sincerarse y al fin pudo decirle seriamente:


- Yuichi . . . tengo algo que decirte, es necesario que lo sepas . . . por nuestro bien.


En eso comenzó a sonar la música introductoria para un tango.


- Luego me lo dices, ven bailemos un rato.


Yuichi tomó a Mu por la mano y lo condujo hasta la pista de baile. Esperaron ambos acompasarse con el ritmo, Mu sabía que ese no era el lugar más adecuado ni oportuno para conversar, así que pospuso su confesión. La música embriagaba los sentidos, era difícil no desear moverse a ese ritmo cadencioso, pronto se encontraban sincronizados mutuamente . . . la habilidad de él y la ligereza en los pies de ella . . . ambos infinitamente sensuales. Sus cuerpos se aproximaron, con cada paso cobraban energía y pasión sus movimientos, no dejaban de mirarse . . . había un diálogo sin palabras entre ellos . . . la forma en que ella lo observaba y el sentirla tan cerca le hacían hervir la sangre a Mu. Tan prodigiosos bailarines, los pasos precisos, sin la exageración del Tango de Exhibición, en el ambiente podía respirarse la fuerza de los sentimientos de los dos. De verdad que había un universo entero en los ojos de Yuichi, era pícara pero su alma tan pura y blanca como la nieve hacía un interesante contraste, ella estaba llena de contrastes . . . Yuichi sentía cómo era explorada a través de sus ojos rosas y no le incomodó, se sentía halagada. Ella también podía mirar dentro de Mu, pero seguía sin encontrar “la llave” para entrar a sus sueños, aun así, en la superficie de su mirada estaban todas las explicaciones a sus preguntas y noches de insomnio, sus cualidades emanaban una a una y todas a la vez, en cascada . . . era un ser increíble, maravilloso . . . con el alma inocente como la de un niño pequeño. Ese toque de inocencia en un hombre enloquecía a Yuichi . . . quizá porque veía reflejada su propia inocencia; era un instante perfecto combinado con el perfume que atrajo su atención por primera vez . . . el tiempo se detenía y se mezclaba, pasado y presente se fundían entre los brazos de Mu, no existía la cabida para las dudas.

Por su parte, él veía en Yuichi a una potencial compañera . . . su bondad, ternura y sinceridad le conmovían; era tímida y miedosa pero sabía sobreponerse a ello, tenía metas e ideales, a leguas se podía confiar en ella porque sabía ser cómplice . . . ni qué decir de su atemporalidad y la manera en que se defendía, al fin un ser independiente con ideas y vida propias envuelto en el velo del sublime misterio.

Los pasos largos del tango dejaban ver en ocasiones esas lujuriosas medias negras, sin ellas quizá la tentación no hubiera sido la misma. Los ojos turquesa de Mu se deslizaban delicadamente por el rostro de Yuichi casi besándole la piel; ella aceptaba esos besos figurados cerrando un poco los ojos y esbozando una ligera sonrisa placentera. Sus movimientos eran cada vez más lentos, como la música, más perfectos . . . con una original sincronía . . . poesía pura expresada con sus cuerpos.

El baile terminó, pero ellos seguían juntos, estaban al lado de una de las fuentes de milagrosa apariencia en cantera gris; la brisa de las gotitas al chocar con el agua les refrescaba un poco; Mu sostenía a Yuichi con una mano por la cintura y con la otra sujetaba su espalda, Yuichi se abrazaba del cuello de él; finalmente Mu se inclinó un poco sobre ella y acercó sus labios al rostro de la chica, aspiró el perfume de su cabello, de su cuerpo, su esencia . . . ella sentía la respiración tibia de él en su cuello, le erizaba la piel de una manera tan erótica que era indescriptible, se perdía con cada momento que lo sentía cerca, inhalando y exhalando sobre ella . . . al fin se abandonó en sus brazos. Mu veía a su dama, tenía los ojos cerrados y una expresión extasiada . . . el corazón le palpitaba agitadamente . . . entonces también cerró los ojos y se acercó poco a poco a los labios de Yuichi . . . se dejaba llevar por esas aguas tranquilas del momento, por sus instintos de varón . . . y de pronto recordó la futilidad de su cariño, lo imposible de consumarlo . . . sintió herido el corazón por una puñalada . Se detuvo un momento (aun con los ojos cerrados) muy cerca de los labios de Yuichi, los podía sentir, los rozaba apenas. . . en voz baja le dijo: “adiós, bella princesa” . . . una lágrima amarga de él cayó sobre la blanca mejilla de la chica . . . y la besó tiernamente en los labios . . . con uno de esos besos que llevan fuerza y ardor, pero que se conservan tiernos . . . era el más triste y difícil de los besos que Yuichi probaba y que Mu prodigaba . . . el primero y último entre ellos, la muerte instantánea dosificada . . . la lágrima de Mu depositada en el rostro de Yuichi resbalaba lentamente.

Aun con los ojos cerrados, se incorporaron y su abrazo se desvaneció. Ahora se miraban cara a cara con lágrimas formándose en sus ojos y que se resistían a caer.


- No te vayas Mu . . . por favor no te vayas . . . no nos abandonemos, no ahora que todo empieza entre nosotros – rogó Yuichi mientras le sujetaba una mano.

- No puedo quedarme a tu lado . . . aunque de verdad lo deseo - contestó con tristeza.

- ¿Por qué?, ¿por qué no puedes quedarte?, ¿qué es lo que no me has dicho que nos impide estar juntos? – dijo Yuichi comenzando a gimotear.

- Ay, mi Yuichi . . . (entonces le besó en la frente).


Mu suspiró profunda y cansadamente, la miró tratando de decirle cuán grande era su dolor, la ganas de consumar sus sueños, la necesidad y necedad de amarla y ser amado. Abrazó a Yuichi y ella acomodó su cabeza en un hombro de él.


- Mu, dime por favor por qué no puedes quedarte conmigo o si acaso yo no soy suficiente . . . si no soy la mujer que buscas – dijo sollozando Yuichi.

- Lo que tengo que decirte no puede ser escuchado por toda esta gente, necesitamos hablar en privado.


Ahora Mu conducía a Yuichi fuera del Gran Salón . . . se escuchaba cómo la algarabía se alejaba gradualmente; la llevaba de la mano, sujetándola firmemente pero sin lastimarla, como para no perderla en el camino mientras cruzaban el pasillo. El jalarla de la mano le trajo el recuerdo de cuando conducía la niña tibetana por los campos mientras jugaban a escondidas de su Maestro, o cuando la llevaba de regreso a casa de prisa ante la inminente lluvia . . . Yuichi era ahora su niña tibetana . . . y la iba a perder porque era prudente, lo mejor para ambos.

Llegaron a la popa, lugar donde toda su historia comenzó, nuevamente bajo el manto estelar . . . otra puñalada al corazón de Mu. En ese sitio, frente a frente, sin temor a ser interrumpidos, Mu le explicó a Yuichi sobre el Santuario, la orden de caballeros a la que pertenecía, las Leyes de Atenea y su naturaleza como diosa (sin revelar que Saori era la encarnación de dicha divinidad) . . . todo cuanto fuera necesario (hasta donde era posible y permitido) le reveló. Le dijo todo cuanto sentía por ella y que en ese terreno nunca le había mentido, que en verdad le quería y comenzaba a enamorarse perdidamente de ella, aun el corto tiempo transcurrido. Yuichi sólo le escuchaba atenta mientras sollozaba, a Mu le era desgarrador ver así a su princesa; en parte se sentía culpable de su llanto. Yuichi lo vio por última vez a los ojos con una profunda tristeza en sus ojos rosas, tenía la cara de aquellos cuyas esperanzas e ilusiones han sido rotos como el cristal, ese gesto casi hacía llorar a Mu como un crío de corta edad.


- Entonces, si no hay más remedio . . . lo único que tengo que decirte es . . . adiós mi querido Mu – finalizó Yuichi con la voz entrecortada y con cierto coraje.


Esas palabras jamás hubiera deseado escucharlas de la boca de su princesa . . . pero eran de esperarse, ¿cómo sentir el corazón aplastado cuando ya no queda nada de él? . Yuichi se le acercó con el rostro húmedo de lágrimas y le besó largamente en la mejilla, después de lo cual salió corriendo del lugar. Mu podía ver a Yuichi alejándose y escuchaba iba llorando, la parte inferior de su vestido rojo parecía flotar como el velo delicado de una novia, la novia que no podía ser suya. Yuichi se perdió entre las sombras y él casi deseó morir en ese instante. Quiso correr tras ella, buscarla , pero eso no tenía sentido. Mu sentía su alma helada, congelada . . . su mente carente de idea alguna . . . estaba vacío, muy vacío, con un nudo en la garganta que dolía más que cualquier daga enterrada . . . sólo su sombra le hacía compañía. Necesitaba llorar estando solo, empero su corazón estaba seco por el sufrimiento . . . hasta respirar era doloroso, ningún golpe recibido en batalla le había hecho más daño que alejar de su lado a Yuichi . . . quería recuperar a su princesa, pero sólo alargaría la agonía . . . la de ella sobre todo. Se dejó resbalar por una de las paredes externas del barco y se sentó en el piso, contempló un rato las estrellas y por primera vez en su vida deseó ser un hombre común . . . ¿qué razón existía para prohibir el amor hacia una mujer de la condición de Yuichi?, ¿para qué negar eso que seduce tanto a dioses como a mortales?, ¿por qué debía ser de esa forma?, la elección estaba hecha: Atenea (no Saori) por encima de él . . . y de Yuichi.

Al día siguiente arribaron finalmente al puerto de Alejandría, ese día que en un principio tanto anheló Yuichi ahora deseaba no existiera . . . si fuera necesario viviría en el barco al lado de Mu . . . pero, como él le había explicado, se trataba de un amor imposible. Había por fin llegado y sin embargo, no había rastro de alegría por estar ahí, deseaba no haber viajado tan lejos ni conocido a Mu . . . no haber albergado esperanzas ni creado fantasías junto a él. Por un instante se sintió burlada . . . Mu conocía desde antes los motivos para dejarla . . . pero ¿por qué le permitió soñar de esa manera? . . . ¿ se entretenía enamorando a las incautas ? . . . no , no podía ser eso . . . Mu era bueno y, sobre todo, sincero, ¿cómo no enamorarse de él aun sin que le diera una señal?. Culpaba a Mu al principio, pero sin respuestas lógicas o coherentes que apuntaran al joven caballero comenzó a buscar una razón inherente a ella, su miedo afloró: ¿no era lo suficiente hermosa?, ¿era “poca mujer” para él y por eso decidió finalmente abandonarla?.

Yuichi no podía ver en ella misma lo que Mu vio en su alma. Claro - pensaba ella - se autoconocía, de hecho pasaba mucho tiempo en diálogo interno, en introspección , en autoanálisis . . . no obstante, dudaba tanto que sus virtudes fueran apreciadas por alguien más aparte de ella que todo el peso de resultar atractiva inconscientemente lo asociaba a su simple apariencia . . . De repente algo vino como una revelación: las palabras de Mu habían sido tan sinceras que no había forma de dudar de él, no era de esos que acostumbran mentir, su mirada lo respaldaba . . . quizá, después de todo, sí estaba enamorándose de ella y Atenea era real . . . la situación le resultaba similar al de la mujer hermosa del pueblo que enamora a un monje célibe y después descubren la imposibilidad de su fantasía . . . ¡oh, qué desdicha estaban condenados a experimentar!.

Más tarde la gente comenzó a desembarcar, Yuichi se confundía entre la multitud . . . buscaba a su amado, pero no lo veía entre tanta gente . . . los pasajeros, más los agregados (familiares, curiosos y organizadores) hacían del lugar una romería. ¿Por qué tuvo que huir de Mu la noche anterior?, pudo haberse quedado con él hasta el momento de abandonar el barco, hasta el amanecer . . . a veces odiaba su propia estupidez y orgullo. ¿Dónde le podría hallar ahora?. Mu era tan singular que de seguro viviría mucho tiempo dentro de su mente como el ser misterioso que un día conoció. Recordó instantes pasados: cuando lo vio por primera vez en cubierta, la velada accidental bajo las estrellas, el desayuno al lado del acuario, la fiesta, el baile sensual . . . el primer y último beso . . . sus ojos turquesa, las emociones y sensaciones que le despertaba . . . su obsesión y nesciencia por tenerle cerca.

Yuichi siguió buscando a Mu entre la multitud mucho tiempo, pero era inútil, demasiado tarde . . . pues ya le había perdido desde la noche anterior.






Si quieres saber más sobre el maravilloso mundo del fanfiction, fan fic o simplemente el fic, da clic aquí: http://es.wikipedia.org/wiki/Fanfiction

NOTA: Aun sigo escribiendo fics, claro está que ya son mucho más maduros que éste. En un momento libre quizá los suba (bueno, sólo los que tengo en el foro . . . no quiero postear alguna historia que no haya hecho su debut allá).

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