miércoles, 1 de septiembre de 2010

Y después de tanto luchar, se durmió en la dulce muerte.

Este post lo escribí el día lunes, cuando mi hermosos bebé finalmente falleció después de mucho luchar; sin embargo, estaba tan triste que no pude completarlo con las pocas fotos que tenía de él y sólo hasta hoy pude subir mi historia sin llorar a mares, aun cuando mi corazón sigue apesadumbrado. Extraño sus ojitos azules tan inocentes y llenos de curiosidad, extraño su aroma a leche recién preparada y sus agudos maulliditos que decían tanto para mí . . . extraño su aliento de vida pues desde que nació anhelé que viviera por muchos años.


Aun no sé cómo decir la gran pena que aflije mi corazón esta mañana sin llorar desconsoladamente las lágrimas que aun me quedan, no sé cómo decir que mi hermoso bebé felino falleció hoy . . . después de una larga agonía por la que mi hermano y yo prácticamente pudimos hacer nada. Ambos sabemos qué hacer en casos de humanos, sin embargo, las cosas cambian cuando se trata de seres tan pequeños y difernetes en lo que a especie se refiere. Pero, antes de contarles este triste final, les pondré al tanto de la situación.


Resulta que una de nuestras felinitas, una hermosa gata blanca persa doll-face, tuvo tres gatitos hace poco y de esos, sólo uno sobrevivió pues sus hermanitos murieron al poco tiempo de nacer (uno de ellos creo nació muerto porque ni salió bien de la placenta y el otro, lamentablemente su madre gato lo aplastó sin darse cuenta). Aun con la tragedia, decidimos enfocarnos en cuidar bien al gatito restante. Quién sabe por qué o cómo sucedió, pero resulta que su madre no lo cuidaba del todo bien (al menos a nuestro parecer) y el gatito muchas veces padeció frío y hambre cuando no obligábamos a la gata a alimentarlo. Desde ese momento, contando él con dos semanas de vida aproximadamente, me hice cargo de él, intentando ser una especie de "madre sustituta".

Xanat y el hermoso bebé.

Debo decirles que tuve una experiencia similar con un gatito anterior y que actualmente es un precioso adulto de 2 años llamado Ramya - Ramsés. A él me lo regalaron en una veterinaria cuando tenía dos semanas de vida y, aun siendo yo una inexperta, decidí cuidarlo y protegerlo lo mejor que pude comprándole leche de fórmula, estando pendiente de su salud, jugando con él, etc. Por eso creí que este caso sería igualmente exitoso y hasta me esforcé al doble; sin embargo, pese a todos los cuidados que le prodigamos al bebé, no veíamos grandes resultados. Al principio pensé que algo debí haber estado haciendo mal, pero an así no hallé el error después de repasar los métodos; pensé que tal vez debí dejarlo con su madre pues las fórmulas, por muy buenas que sean, nunca se parecen a la leche de la madre o que, quizá, no lo estaba abrigando y alimentando lo suficiente por las madrugadas.

Ramya Ramsés, mi otro bebé.

Pues bien, conforme los días fueron pasando, comenzó a parecerme raro que el gatito no regulara su temperatura porque necesitaba calor externo o radiente en todo momento para no congelarse, además que no ganaba peso y talla, aun cuando la calidad de su pelo y el brillo en sus ojos había mejorado en los últimos diez días . . . de hecho, hasta estaba aprendiendo a caminar bien, sin tambalearse. Esto último fue un momento de gran alegría para mí. En fin, seguí cuidando de él aun cuando los días me decían que posiblemente el pequeño felino sufría una tremenda desnutrición o algo andaba mal en él porque no crecía: estaba casi igual que un gatito de quince días aun cuando ya había cumplido un mes de edad.

Mi hermano sosteniendo al gatito cuando tenía quince días de vida.

Así, con esto en mente y sin otra enfermedad aparente, lo llevamos al veterinario para solicitar consulta, ahí fue cuando nos reveló la verdad: el primoroso bebé padecía de una extraña cardiopatía (una enfermedad en el corazón) que se hacía manifiesta con arritmia, bradicardia y, obviamente, falta de creciemiento y desarrollo. Fue duro escuchar eso y más lo fue por el pobre pronóstico que nos daba para él ("a ver si lo logra", nos dijo por cierto), pero aun así quisimos seguir luchando. El veterinario nos sugirió dejarlo un rato con una gata que él tenía y que, por fortuna, estaba en lactancia; de hecho, estaba alimentando un gatito que no era de ella. Vimos una oportunidad promisoria en ello, mas el gatito no se acercó a la gata y, al parecer, había perdido el reflejo de succión porque yo lo alimentaba con un gotero debido a que él no tenía fuerza suficiente para mamar. Esas pocas horas que lo dejamos ahí bastaron para lo peor.

Mi mamá sosteniendo al gatito en taco
(como notan, aun cuando tenía un mes, no era muy grande el felinito).

Como les dije, mi gatito no regulaba su temperatura y cuando fuimos por él a la veterinaria, además de no haber ingerido gota de leche de la gata, estaba prácicamente congelado pues no pudo obtener calor ya que él mismo se apartó del grupo. La verdad, recogimos un gatito que en nada se parecía al que habíamos dejado: estaba en extremo adelgazado, muy frío, poco activo, los ojos sin brillo y, por si fuera poco, el pelaje pachoncito y brillante que tenía por la mañana, esa tarde estaba opaco y y todo pegado al cuerpo. Realmente era una figura muy lamentable, por eso pasamos la noche en vela hidratándolo, alimentándolo y manteniénolo calientito con su mantita polar bajo una lámpara.

Foto antigua del bebé en mi cobertor.

Sin embargo, todo el esfuerzo casi pareció derrumbarse en la madrugada pues el gatito, después de pegar tremendos gritos, comenzó a respirar dificultosamente y a "boquear" como vil pescado. Muy seguramente tuvo un episodio de broncoespasmo tremendo pues literalmnte se estaba asfiaxiando. Afortunadamente mi madre le dio algunas gotas medicinales y salbutamol, con el que mejoró bastante y se salvó de morir por no poder meter aire en sus diminutos pulmones. Lo que restó de la madrugada, durmió profundamente debido al cansancio que tenía después del gran esfuerzo que hizo al luchar por respirar.

Foto antigua de Xanat alimentando a su bebé.

Por la mañana, aun cuando ya no tenía broncoespasmo, no se le veía muy repuesto que digamos y llegamos a pensar que tal vez habíamos cometido el error de dejarlo entre gatitos extraños tanto tiempo porque, aun cuando teníamos actividades por hacer, en la familia nos turnábamos para cuidarlo y nunca dejarlo solo, desprotegido o con frío. En fin, así pasó la tarde y pronto mi amado Lord Sergio llegó a casa pues hacía una semana que no nos veíamos. Está claro que él estaba en todo su derecho de querer salir a algún sitio conmigo, empero, mi futuro esposo eligió quedarse a mi lado cuidando al bebé felino y, después de mucho trabajo, logramos reanimarlo . . . aunque no al grado en que estaba antes de dejarlo con la minina de la veterinaria.

Foto antigua del bebé cuando contaba con algunos días de vida.

Por la noche, como era usual, alimenté al minino, lo envolví en sus mantitas y me dormí con él para que no perdiera calor. Todo estuvo bien hasta la madrugada, cuando se despertó entre gritos . . . al principio creí que tenía frío, pero él estaba calientito; luego pensé en que quizá tenía hambre, pero se negó a comer (de hecho, tenía la mandíbula rígida) y como su abdomen estaba muy flácido, lo obligué a tomar leche del gotero. Las horas fueron pasando, el gatito se veía cada vez peor y yo me angustiaba más. Pese a los cuidados, se deterioraba cadavez más . . .  y pronto comenzó con convulsiones tónicas (se puso muy rígido). Cuando los eventos pasaron y me aseguré de que no se hubiera hecho mayor daño, me percaté de que tenía taquicardia, su fontanela estaba hipertensa y podía sentir un pulso rápido y fuerte en ella. ¿Meningitis?, ¿exceso de sodio en su sangre?, ¿muchas lipoproteínas de la leche? . . . no supe por qué convulsionó mi bebé. Eran las 7 de la mañana del día de hoy.

Si tan sólo hubiera estado sano este hermoso bebé . . .

Las siguientes horas estuvo en observación, aparentemente sin convulsiones, sin tolerar líquidos y su mandíbula rígida. Finalmente, la taquicardia se volvio bradicardia y a las 11:00 de la mañana, sin un veterinario que contestase al teléfono de urgencias, mi precioso bebé se durmió profundamente en la muerte cuando su corazón defectuoso dejó de latir paulatinamente.

El bebé sobre la compu de mi hermano.

Ahora sólo queda entregar su inerte cuerpecito a la Madre Tierra para que lo acoja entre sus arenas, raíces y pequeños habitantes que deambulan entre ella . . . lo entrego para que lo abrigue y nunca más le falte calor, para que lo haga parte de ella, para que no siga sufriendo a causa de un padecimiento incurable . . . para que, finalmente, encuentre la paz que no conoció desde su más tierna infancia.


La melodía de hoy es . . .

"Nilleshna" de Dead Can Dance.

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