No recuerdo desde cuándo está lloviendo en mi ciudad, mas para mí, esto es una bendición. Y lejos de quejarme de las inundaciones que ya abundan y hacer eco a las personas que dicen es culpa de los partidos políticos (cuando es cuestión de todos pues se trata de educación cívica , orden y limpieza al no dejar basura en donde no se debe: calles y coladeras) yo sólo me dedico a contemplar la belleza que tiene mi entorno dada la neblina y humedad símil de los más clásicos clichés victorianos londinenses.

Este es el clima que me gusta y fascina, tan lleno de misterio, romanticismo y melancolía . . . estos son los días en los que disfruto más la convivencia diaria conmigo misma haciendo votos de silencio sin razón ni motivo alguno. Sólo se trata de disfrutar, sentir e imaginar situaciones y mundos alternos mientras se bebe una taza con té o chocolate caliente al tiempo que miramos el mundo a través de la ventana.

Todo reverdece . . . salen a relucir los abrigos y bufandas que tanto amo y me recuerdan cuán feliz también sería en un eterno invierno. Llueve en mi ciudad y yo sólo atino seguir preparando los detalles de mi boda mientras miles de cuestiones asaltan mi mente por lo poco vivido y lo mucho platicado. Tengo dudas que a estas alturas existir no deberían, sin embargo vive en mí la esperanza de que todo se esclarecerá . . . ¿será mi amado Lord Sergio el más indicado en mi vida?, el amor todo lo justifica ¿o no?. Tengo miedo de que el pasado se presente de nuevo más fuerte y tormentoso y me haga despertar de este hermoso sueño . . . tengo miedo, tengo dudas.

Hace frío y yo sólo quiero estar acurrucada entre los brazos de mi amado Sergio . . . tan corta es la distancia por teléfono pero vastos los kilómetros que nos separan. Ya quisiera estar a su lado para siempre, pero debo mantener la cordura y ser paciente: nuestro día de boda ya pronto llegará. Llueve en la ciudad y yo soy feliz con este clima de fantasía, el que mejor me define, el que me gusta más.