lunes, 29 de agosto de 2011

El dueño.




La ciudad te pertenece . . .
ya no hay sitio
ni escondrijo,
grieta o tajuelo
que haya quedado entresijo
a la voz de su dueño.

Huele a ti,
la ciudad entera;
en ella
despliegas tu mesmerismo
sin piedad ni egoísmo,
tan digno de una epopeya.

Esta noche en el aire,
hay magia y misterio;
ya se hace presente
el fabuloso donaire
que posee tu alma
y todo tu corpóreo imperio.

Hoy la luna engalana,
mi citadino cielo,
ya su luz emana
con esa belleza arcana
que yo admiro
en tu rostro que anhelo.

Esta noche recorro
los sitios comunes,
los lugares que por amor
no quedaron impunes
al sin decoro
de mis caricias y besos.

Ya tu luz brilla
potente y clara
en la cima del cielo;
son tu voz y tu presencia
las que al final del día
convergen como razón de mi desvelo.

Tú eres la luz,
la energía,
la magia y el anhelo,
pues estás en derredor
cubriendo todos los sitios
que antaño pisamos sin recelo.


Gail Filis
(08-agosto-2011)


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